López Obrador tiene miedo a los ciudadanos
Beatriz Pagés
El dirigente de Morena, Mario Delgado, salió a decir que la marcha ciudadana del 18 de febrero es ilegal. Que consultará a sus abogados para presenta una denuncia ante el INE.
¿Contra quién la va a presentar? ¿Contra los miles de hombres y mujeres que seguramente llenaran las plazas públicas del país para defender la democracia y condenar el autoritarismo del régimen?
Si es así, que se prepare Mario Delgado porque tendrá que acusar a Fuenteovejuna, a toda una sociedad, harta de los pillajes de un gobierno y saldrá a las calles para exigir a los órganos electorales no doblegarse ante el intento oficial de robarse la elección presidencial.
Que alguien le diga al presidente del partido en el poder que las organizaciones ciudadanas están conformadas por hombres y mujeres libres, que no son partidos políticos y no están impedido por ley a manifestarse.
Ya no saben que mascullar en Palacio para impedir la marcha. Ya inventan cierre de calles, ya levantan adoquines, instalan carpas y colocan muros, pero siempre sobrarán calles para denunciar el atraco a la democracia.
¡Pero sígale, señor Mario Delgado!, porque entre más intente callar la voz de la ciudadanía más numerosa y más fuerte será su voz para salvar las instituciones y concientizar sobre el riesgo que correría México si se mantiene en el poder un proyecto político tiránico.
López Obrador le tiene miedo a los ciudadanos y tiene razón. Los mexicanos, incluso los que hoy reciben dádivas, somos víctimas de un presidente que ha hecho todo para dañarnos.
Ahí están lo que marcan las encuestas. Su gobierno está reprobado. 49% de los ciudadanos desaprueban el estado de la economía, el 62% la seguridad, 45% los índices escandalosos de la corrupción y el 67% considera que hay un gobierno incapaz de dar resultados.
En efecto, hay razones y de sobra para que un presidente que llegó al poder engañando a la gente hoy tenga miedo de hacer frente a su enojo y decepción.
¿Por qué ya no viaja en aviones comerciales? ¿Por qué no visita a los habitantes de las colonias más pobres de Acapulco afectadas por el huracán Otis? ¿Por qué no acude a los hospitales y escuelas públicas? ¿Por qué no recorre los municipios víctimas de extorsión? Porque sabe que recibirá el rechazo de quienes un día creyeron en él y hoy se sienten estafados.
López también tiene miedo al grito que lanzó Xóchitl: ¡Despierta México! Le aterra que haya cada día más mexicanos conscientes de la mentira representada por la falsa Cuarta Transformación. Que el discurso mañanero y la fábula barata sobre Dinamarca choque con los numerosos muertos por falta de medicamentos.
Tiene miedo a la ciudanía porque sabe lo que aprendió en el activismo: Que los partidos políticos no derrotan ni derrocan gobiernos sino una sociedad indignada, desafiante y movilizada. Tiene pavor a esa clase media que ofendió, a las viudas y a los huérfanos, a los padres de jóvenes acribillados o desaparecidos, a la memoria de los muertos que su gobierno –por distintas razones– puso en un ataúd.
Sabe que el bosque como en Macbeth están cada vez más cerca de Palacio, que el hastío social llama a su puerta y exige al dirigente de su partido que pare a como dé lugar la marcha del 18 de febrero. Busca invisibilizar el crecimiento de la oposición y ahogar el grito ciudadano a favor de la democracia, cuando él quiere enterrarla.
A la ciudadanía ya no la para nadie. Sabe que es la protagonista del cambio. Que de su voto depende permitir o evitar que México pierda instituciones y libertades. Y ese despertar es lo que angustia al tirano.