Rocha Moya y el odio a los periodistas

Álvaro Aragón Ayala

Acostumbrado a controlar a los medios de comunicación con contratos de publicidad y con la entrega de “fluido directo”, Rubén Rocha Moya entró en la ruta del odio a los periodistas amedrentándolos e insultándolos porque unos no le dan resultados y otros se escapan de su línea informativa o de dominio. El gobernador trasluce una imagen de dictador y soberbio dada su conducta y su pésimo manejo en materia de comunicación gubernamental.

El gobernador perdió el dominio de su agenda periodística cuando se reveló que mantenía millonarios contratos firmados a favor de Noroeste y convenios con otros medios impresos, digitales y radiales, para que criminalicen a la Universidad Autónoma de Sinaloa y a sus funcionarios y al dirigente del Partido Sinaloense, Héctor Melesio Cuén Ojeda, y su familia. El uso de recursos públicos para linchar a sus opositores reveló el perfil perverso del mandatario estatal.

La derrama económica millonaria usada para desacreditar a quienes por medio del linchamiento público quiere dominar o desaparecer del mapa sinaloense, actúa a contrapartida contra el propio gobernador porque siembra la percepción de que no es el demócrata ni el hombre de izquierda que presume ser, sino un gobernador que no privilegia el diálogo y el consenso, sino la conspiración periodística y el insulto en sus relaciones interinstitucionales y con la sociedad civil y la prensa.

El mandatario estatal usa la violencia verbal contra los periodistas como si tuvieran la culpa de las evidentes fallas de su área de comunicación social en el moldaje de su figura de gobernador. No han podido hacerlo aparecer como un mandatario honesto, accesible y constructor; por el contrario, la imagen de Rubén Rocha Moya debido al “desborde de información” es la de un personaje que encabeza un gobierno fallido en el que ya, en todas las secretarías, asoman evidencias de ineficiencia y corrupción.

En el campo pesquero la Reforma, Angostura, el gobernador calificó a los periodistas de mitoteros. “De eso viven, no son nuestros amigos, ni quiero tener amistad con los periodistas, no quiero que me hagan favores, nada más que digan lo que vale”. El contrasentido estriba en que a través de la encargada de “maquillar” y proyectar su imagen, Adriana Ochoa del Toro, coordinadora de comunicación social, alimenta con cientos de miles de pesos a un segmento de comunicadores que usa para satanizar a los funcionarios de la UAS y al dirigente estatal del PAS, y ya, de hecho, a actores políticos del PRI, PAN y PRD.

Rocha Moya precisó, ahí, que “ya no son tan influyentes los medios; ahora cualquier ciudadano agarra sus teléfonos y los mete a las redes y si vale la pena va a hacer más que cualquier periodista. Disculpen es que ahora amanecí con el pie izquierdo de frente a los periodistas”. Así, bajo la percepción del gobernador, los medios no son tan influyentes, pero les paga: los mantiene con jugosos contratos de publicidad o con entregas de “fluido directo”.

Con su agresión verbal a los periodistas, el gobernador ofreció la lectura de que ya se percató de que no le ha funcionado la estructura de comunicación que le fue armada para acicalar su figura política y para atacar en los medios de comunicación a quien él considera sus adversarios políticos o llanamente sus enemigos. Los montajes periodísticos elaborados por encargo van cayendo por inverosímiles y todo lo que hace o deja de hacer y todo lo que dice es usado en su contra.

Rubén Rocha Moya está atrapado por su errada política de comunicación social que no ha podido diseñarle una buena imagen, pues lo instala ante los ojos y oídos de la sociedad como un gobernador a quien le crecen los problemas y que tiene a la proclividad a la destrucción de su entorno. Para donde quiera que se mueve el gobernador carga con el estigma de que lo rebasa la soberbia y de que sus determinaciones tienen el tufo de la falla anticipada.

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