La salud presidencial y las muchas ollas en la lumbre

Carlos Ramírez

Si por razones estratégicas la salud de los gobernantes es un asunto de Estado, en el caso mexicano y su sistema político cerrado y unipersonal el tema se convierte en parte de la agenda de la seguridad nacional.

El vacío informativo la tarde del domingo pasado dio espacio a todo tipo de especulaciones y el tuit presidencial cuando menos dio una información básica. Sin embargo, como se ha de ocurrir con los hombres públicos, la observación analítica de los medios y de la opinión pública suele ir más allá de los meros boletines oficiales.

Como pocas veces en la historia nacional, la estabilidad de la República depende de la salud presidencial porque hoy todos los hilos del poder se encuentran concentrados en una sola persona y todas las decisiones dependen del titular del Poder Ejecutivo Federal.

Después de un infarto y dos contaminaciones de COVID, la salud del presidente López Obrador requiere de mensajes informativos continuados y precisos. Y si bien México no se encuentra en la lógica de una guerra o una invasión, de todos modos, la agenda de seguridad interior –sin duda, el tema número 1 de la actual coyuntura– comienza a estar registrando reacomodos en las fuerzas que están pugnando por tomar el control de los hilos sueltos de los temas en pugna.

La agenda externa es delicada; relación ríspida con Estados Unidos, la extraterritorialidad estadounidense de su estrategia antinarcóticos, el papel de México en el equilibrio regional con temas tan delicados como Rusia y China, la crisis migratoria que ha entrado en las últimas horas en una nueva lógica del conflicto violento que requiere de decisiones presidenciales inmediatas y el tema del narcotráfico como elemento de definición del tono en las relaciones México-Estados Unidos en la coyuntura de las decisiones americanas para culpar a los cárteles y sus países de origen del creciente consumo ilegal de drogas en EU y el aumento exponencial de consumidores fallecidos por sobredosis de fentanilo.

Aunque tiene cauces institucionales, la gestión del proceso de sucesión presidencial en Morena es el asunto local más importante del presidente de la República, sobre todo porque tiene el control de los personajes, los ritmos y los trastocamientos de espacios con la oposición, con la circunstancia agravante de que una corcholata oficial –el canciller Marcelo Ebrard– está corriendo en la orilla de la institucionalidad y otra corcholata gubernamental no oficial –el líder senatorial Ricardo Monreal Avila– se quiere colar en el proceso gubernamental imponiendo sus propias reglas.

En la agenda local, todos los asuntos pasan por la aduana presidencial, con el dato singular de que como nunca el actual presidente de la República se ha encerrado en su Camelot palaciego y no mantiene relaciones institucionales con ninguno de los sectores sociales políticos y productivos que de manera obligada tienen que ver con el funcionamiento institucional de la República.

La salud es una variable dependiente fundamental en los sistemas políticos complejos porque carece de mecanismos de gestión o administración y todo depende de los juegos de poder. La salud de los gobernantes genera comportamientos sociales en todos los sentidos y por ello forma parte del modelo de la teoría del caos: ningún hecho ni circunstancia se repite ni tampoco es previsible y entonces las reacciones ante los diferentes grados de salud presidencial generan comportamientos políticos que se acomodan en la lucha por el poder.

A partir del hecho de que la salud presidencial en efecto se ajusta de manera estricta al contenido del tuit de las 3:32 horas de la tarde del domingo 23, de todos modos, los vacíos políticos no existen y son llenados por interpretaciones, versiones sin confirmar, rumores y especulaciones, aunque en algunos casos los propios protagonistas gusten de jugar con las expectativas como instrumento político. En los tres casos de enfermedad anterior del presidente López Obrador, la difusión de información real más o menos más mantuvo el control de las expectativas.

Y si bien la estructura institucional permite que el funcionamiento del Gobierno y de las relaciones sociales sigan su marcha sin romper el escenario de la institucionalidad, el escenario político planteado ayer en Mérida, Yucatán, de muchas maneras se convertirá en una variable dependiente del funcionamiento sistémico de la República.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

Share

You may also like...