Sabotaje, crimen y drogas en la UAS

Álvaro Aragón Ayala 

El plan de destrucción de la Universidad Autónoma de Sinaloa materializado con la agitación estudiantil y los sabotajes a las instalaciones de la máxima casa de estudios frisa apenas la primera fase de la conspiración fabricada en el Tercer Piso del gobierno estatal y puesta en marcha por los diputados de Morena del Congreso Local.  

En la asonada sobresalen Feliciano Castro Meléndrez y Serapio Vargas, éste conocido por promover una playa nudista en el municipio de Navolato. Afuera del campus, han reclutado a porros y a distribuidores de droga que ven la oportunidad de irrumpir en la Casa Rosalina para intentar enganchar a los estudiantes al consumo de sustancias tóxicas.  

En las catacumbas del movimiento contra la UAS, bajo la farsa del rescate universitario, aparecen ex universitarios sobre los que recaen sospechas de haber participado en el asesinato del director de Asuntos Jurídicos de la Casa Rosalina, Enrique Ávila Castro, quien formaba parte del Proyecto Buelna de transformación o salto de la Universidad Anárquica a la Universidad del Conocimiento.  

No alcanzó a ver los frutos de su lucha: fue brutalmente asesinado. Ávila Castro fue encontrado sin vida a mediados de junio del 2005 debajo de un puente de la comunidad El cajón de Piaxtla, en el municipio de San Ignacio, a cien metros de su automóvil, por la carretera internacional México 15, en el tramo Culiacán-Mazatlán.  

Según el médico forense un fuerte golpe en la parte posterior de la cabeza que le causó la muerte. Las investigaciones arrojaron que fue sacado a la fuerza de su oficina y metido a la fuerza a la cajuela de su propio auto. Las evidencias apuntaron a un grupo de universitarios -hoy jubilados- involucrados en actos de corrupción en perjuicio de la Universidad. 

El abogado y catedrático encabezaba las investigaciones sobre un presunto fraude millonario y la entrega de aproximadamente 300 plazas por la anterior administración de la UAS, cuya gestión terminó el 8 de junio del 2005 y en la cual un grupúsculo de universitarios traficaba con las plazas universitarias.  

Enrique Ávila detectó graves irregularidades en el manejo financiero por parte de personal allegado a la administración de Gómer Monárrez, a quien traicionaban. Avila había sido víctima de presiones de ex funcionario implicados para que no se dieran a conocer los resultados de la auditoría. 

Esos ex universitarios son cobijados actualmente por Morena y se mueven en los primeros círculos del Tercer Piso del Gobierno Estatal. Algunos habían sido detenidos y puestos bajo proceso-investigación, pero recibieron la protección de la Procuraduría General de Justicia (hoy Fiscalía) y del Supremo Tribunal de Justicia, cuyo presidente Enrique Inzunza Cázarez –hoy secretario general de Gobierno- recibió la consigna de limpiarles los expedientes para que alcanzaran su libertad.  

El plan de destrucción tiene como primer propósito crear células de choque al interior de la UAS. Feliciano Castro financia a grupos de falsos estudiantes para que penetren a las instalaciones de las facultades y escuelas para que orienten a los alumnos sobre las supuestas “bondades de democratizar” a la máxima casa rosalina.  

Las hordas de Feliciano comenzaron a causar daño a las instalaciones educativas en claros actos de sabotaje. Las acciones metalegislativas son coordinadas por el diputado Serapio Vargas, alias El bichi, quien que en abierto atentado a la autonomía universitaria irrumpió en la Facultad de Psicología a girar instrucciones a un comando de camisas negras responsables de la agitación y destrucción.  

En el exterior de la Universidad la estrategia de los diputados de Morena es volantear a las autoridades educativas y lanzar consignas contra personajes políticos a los que Morena sataniza. Para desarrollar esa tarea contrataron “punteros” del narcotráfico y distribuidores zonales de droga que son los que reparten la propaganda negra contra las autoridades de la UAS. 

Los vendedores de droga siempre han considerado a la Casa Rosalina como un potencial mercado para la comercialización de sus substancias tóxicas. Hoy, con Morena ven la posibilidad de penetrar a la Universidad a ofertar mariguana, cocaína, metanfetaminas y fentanilo.  

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