Los policías con garrote y palas y la complicidad del Consejo Estatal de Seguridad Pública

Álvaro Aragón Ayala 

Operando todavía en modo Quirino Ordaz Coppel que le apostó a la simulación y a la falsa estadística en materia de seguridad pública, los integrantes y directivos del Consejo Estatal de Seguridad Pública agregaron a su inventario la adulación gubernamental, navegando, a la vez, en la indiferencia cómplice y colocando en punto muerto la práctica de un diagnóstico real que permita conocer a fondo las debilidades y fortalezas de las policías municipales.    

Este diciembre el Consejo de marras realizó su segunda sesión ordinaria, en la cual ponderó una baja en los indicadores en materia de seguridad pública, en voz del secretario general de Gobierno Enrique Inzunza Cázares, pero no se profundizó en un análisis sobre las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos cometidos por policías y las acusaciones sobre agentes que habrían participado en la desaparición de ciudadanos en Mazatlán, Los Mochis, y otros municipios. 

El Consejo Estatal de Seguridad Publica raya en la demagogia cuando arenga que es la voz que representa legal y legítimamente a la ciudadanía en materia de seguridad porque en vez de evaluar, proponer y darle seguimiento de manera objetiva y transparente a las políticas de seguridad pública y justicia raya en la lisonja a sabiendas de que el favor no se da a cambio del mérito, sino más bien de la palabra, del arte del bien decir.  Con el uso de ornatos metafóricos pretende ocultar la realidad. 

Los integrantes y directivos del CESP callaron, no se inmutaron por el asesinato de Juan Miguel “El Bóxer” Silva Alvarado, subdirector operativo de la Policía Municipal de Culiacán, y protegieron el silencio de los guardaespaldas municipales, testigos del crimen. El atentado reflejó el poderío y el control de la plaza de los poderes fácticos. A nadie le interesa, por temor e interés, investigar el homicidio, menos a los miembros del Consejo.   

En semana santa, agentes de la Policía de Mazatlán, que se hacían acompañar por civiles armados, fueron acusados de “levantar” y privar de la libertad a tres turistas de Nuevo León. Eduardo Alberto Costilla Santiago de 26 años; Pablo Leonel Palomo Arredondo de 29 y Carlos Daniel Garza Rocha de 23 de edad fueron secuestrados y desaparecidos cuando se encontraban de vacaciones en el puerto.  

En agosto, Rosario Lilián Rodríguez, madre buscadora del colectivo Corazones sin Justicia de Elota fue privada de la libertad y asesinada. Ella era la madre de Fernando Abixahi Ramírez Rodríguez, desparecido desde el 16 de octubre de 2019 en La Cruz. Hombres armados ingresaron a su vivienda y la sacaron por la fuerza. Su cadáver fue encontrado en las vías del tren en Elota, municipio en donde la seguridad pública es controlada por los poderes fácticos. 

A mediados de diciembre, dos jefes de la Policía Municipal de Ahome fueron capturados en mandato de una orden de aprehensión por desaparición forzada de tres “húngaros”. Se trata del ex coordinador operativo J. A. Piña y su ex jefe del cuadrante 5, J. Zambrano, implicados en la desaparición y enterramiento de los cuerpos de David Mendoza Marín, Alfredo Elías Marín Bustos y Margarita Marín Yan, quien se encontraba embarazada. 

El visitador general Miguel Antonio Calderón Espinoza, declaró que ya suman más de 3 mil denuncias ante la Comisión de Derechos Humanos, la mayoría de ellas contra órganos de procuración de justicia y las secretarías municipales de seguridad pública, cuyos agentes son señalados de malos tratos y de realizar detenciones arbitrarias. 

Los integrantes y directivos del Consejo Estatal de Seguridad Pública no estudian las debilidades y fortalezas de las policías municipales para poder orientar correctivos y trabajar en la construcción de una policía modelo, dado que están cómodos en su actuar únicamente como mecanismo de comunicación demagógica de un área ciudadanizada del gobierno donde impera el miedo y la decisión de los poderes fácticos. 

Para salvar su pellejo y sus prebendas, los miembros del CESP intentan ocultar la realidad ajustándose a un código encomiástico que impone la autoalabanza y la alabanza como medida de protección, usando un discurso fosilizado, a la Quirino Ordaz Coppel, privándose de la necesidad de ser sinceros. A la simulación y la falsa estadística, sumaron la adulación a su inventario de defectos e irresponsabilidades.  

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