Tabasco: ¿Es verdaderamente presidenciable Adán Augusto?
Rodulfo Reyes
Por el poder que ya le ha conferido el presidente Andrés Manuel López Obrador y la naturaleza tradicionalmente política de la Secretaría de Gobernación, Adán Augusto López Hernández se encuentra en un lugar en el que en forma espontánea puede ser enlistado entre los prospectos de Morena para suceder al oriundo de Macuspana.
El martes que se dio la abrupta renuncia del consejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer Ibarra, influyentes columnistas de la capital del país consideraron como una de las razones de la salida que el mandatario nacional le haya quitado atribuciones al hijo del periodista del mismo nombre para transferírselas al gobernador con licencia de Tabasco.
¿Por qué López Hernández debe ser considerado presidenciable? La respuesta es muy simple: del naipe de aspirantes a la silla de Palacio Nacional, él viene a ser la tercera carta identificada con AMLO; las otras dos son el canciller Marcelo Ebrard y la jefa de Gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum, cuyas posibilidades aún se encuentran marcadas por la caída del tren elevado de la ruta 12 del Metro.
Esto es, López Obrador solo tiene dos pupilos cuyas trayectorias están “en veremos”, y en lo interno el senador Ricardo Monreal ha amenazado con irse “por la libre”.
Por eso, y esto lo aseguran articulistas de la Ciudad de México, Adán Augusto es el “plan B” del presidente a aplicarse en caso de que Ebrard y Sheinbaum sean descarrilados.
En sus primeros actos como encargado de la política interna del país, el mandatario tabasqueño con licencia ya mandó un mensaje conciliatorio a todas las fuerzas, lo que abona en su fama de operador político que en todas las elecciones presidenciales en que ha participado AMLO ha logrado acercarle a actores de otros partidos.
Vaya, nadie como él para (permítase usar una frase acuñada por el propio presidente) “agarrarle la pierna” a políticos de otras fuerzas.
Operador consumado, López Hernández –por ejemplo– logró desactivar cualquier vestigio de traición en el gobierno interino y darle un giro de 360 grados al cambio de estafeta, de tal suerte que al final la administración quedó en las mismas manos.
Así, recorrerá el país sin riesgo de que le disputen el poder choco. Vaya, ¡hasta dijo en la radio que como la administración federal termina en septiembre de 2024, podría venir en octubre de ese año a tomar posesión para entregarle la oficina de Plaza de Armas al nuevo jefe del Ejecutivo choco!
Con su aspecto bonachón, el flamante secretario de Gobernación seguramente podrá irse abriendo paso para construir su candidatura. Por lo pronto ya dio la primera señal del libro no escrito de la sucesión: declarar que no le interesa la candidatura, lo cual debe leerse a la inversa.
Más allá de si las condiciones le son propicias para brincar sobre Ebrard y Sheinbaum, lo cierto es que el tabasqueño ya se ha ubicado como un colaborador del presidente con mucho poder, habida cuenta de que su jefe le ha devuelto funciones a la institución que había perdido con Olga Sánchez Cordero, a quien la opinocracia nunca dejó de considerar un “florero”.