Movimientos armados y Guerra Sucia: los archivos de la Marina
Zósimo Camacho/ José Réyez
Primera parte. Los movimientos armados mexicanos se encuentran en las 32 entidades federativas y desde la clandestinidad influyen en los movimientos sociales abiertos. Tres docenas de grupos constituyen la genealogía del movimiento guerrillero, con alianzas a largo plazo o coyunturales y rompimientos y reencuentros constantes. Se nutren del marxismo, el leninismo, el maoísmo, el estalinismo, el trostkismo y la teología de la liberación. Casi todos fueron derrotados militarmente, pero no de manera definitiva: tienen base social y apoyo intelectual; muchos acumulan fuerzas: reclutan, entrenan, se preparan ideológicamente para resurgir.
Además, sí cuentan con un vínculo social que se justifica en la pobreza, las injusticias y los abusos que amplias capas populares padecen a manos de autoridades, empresarios y latifundistas. Los movimientos armados fueron desmantelados porque no lograron que los apoyos se volvieran masivos, pero en muchos casos estuvieron a punto de lograrlo.
Ésas son algunas de las conclusiones que se pueden leer en los informes sobre las guerrillas que preparó una de las tres Fuerzas Armadas permanentes que hasta hoy ha mantenido un bajo perfil sobre su participación en la Guerra Sucia: la Armada de México.
Inteligencia naval veía en 1994 una inminente insurrección masiva en varios estados de la República; además de Chiapas: Guerrero, Oaxaca, Chihuahua y acciones guerrilleras en toda la República. Advertía, además, de acuerdos de los guerrilleros mexicanos con organizaciones armadas de Latinoamérica y otras partes del mundo, auspiciadas por la Libia de Muamar el Gadafi.
Las insurrecciones de los movimientos armados de 1960 a 1994, y su persistencia, fueron producto de “errores políticos” del gobierno federal y de los estatales, señala un analista de la Unidad de Inteligencia Naval de la Secretaría de Marina (Semar). Su informe buscaba explicar a sus jefes lo que realmente había detrás de un desafío que en 1994 –año en que fue elaborado el documento– sacudió al sistema político mexicano: la insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Contralínea tuvo acceso a documentos preparados por expertos en inteligencia y seguridad nacional de la Armada de México. Los informes no están exentos de calificativos despectivos y burlas hacia quienes optaron por la vía armada para transformar las condiciones sociales, económicas y políticas injustas del país. Pero se puede leer que la represión del Estado mexicano y los abusos de latifundistas y grandes empresarios fueron previas a la aparición de grupos guerrilleros.
Más que justificar las acciones del gobierno mexicano –criminales muchas de ellas–, los documentos buscan explicar lo que anima históricamente a los guerrilleros. Ello, para hacer mejor frente a la emergencia de ese momento: el EZLN. A diferencia de lo que hasta ahora se ha conocido de los archivos de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), los archivos de la Semar buscan hacer un análisis de cada movimiento armado, señalar cómo fue derrotado militarmente y advertir de los que estaban vigentes a la mitad de la década de 1990.
Algunos informes fueron preparados en 1994 y otros en 1996. Éstos se basaron en las fichas y partes informativos elaborados por elementos de inteligencia que recogieron información en campo desde 1960.
Acusan a instituciones de educación superior –como universidades públicas y normales rurales– de ser campos de reclutamiento y reproducción de cuadros guerrilleros. Y señala a organizaciones sociales de estar infiltradas por los movimientos armados.
Asimismo, los informes desarrollan un perfil del guerrillero con 48 características, las cuales son tomadas –incluso de manera textual– de documentos asegurados a los rebeldes detenidos.
En el archivo de la Semar también figura el seguimiento a un movimiento armado derechista auspiciado clandestinamente por el Partido Acción Nacional (PAN). No alcanza a ser considerado una guerrilla, pero reporta acciones “terroristas” de este grupo, como la colocación de bombas y la realización de ataques armados. Advierte que está integrado por hijos de “prominentes” panistas y que tienen una ideología anticomunista y antiindígena.
Entre los documentos elaborados por analistas de la Semar se encuentran cuadros sinópticos que explican la composición de los movimientos armados vigentes en ese momento y cómo llegaron hasta ahí. Se trata de una genealogía que inicia en los primeros años de 1960 y concluye en la primera mitad de la década de 1990. El primero divide el “Movimiento Guerrillero en México” en “Guerrilla Urbana” y “Guerrilla Rural”. En todos hay un componente de jóvenes decepcionados del Partido Comunista Mexicano.
De la urbana se refiere fundamentalmente a dos grupos originarios: el MAR (Movimiento de Acción Revolucionaria) y la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S). Esta última, señala uno de los reportes, se compuso de “grupos estudiantiles del movimiento del 68”, el grupo Guajiros de Chihuahua, el grupo Lacandones, el Frente Estudiantil Universitario de Sinaloa, el Frente Estudiantil Revolucionario (FER), de Jalisco, y el Grupo de Los Procesos y los Macías, a quien identifica como el “Movimiento Espartaquista”.
Explica que el MAR y un grupo de la Liga se unen luego del desmantelamiento que sufren por separado. Los presos de estos movimientos son amnistiados por los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo y algunos se afilian al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Una vez que este organismo político pierde su registro, un grupo se integra entonces al Partido de la Revolución Democrática (PRD).
El FER, por su parte, continuó como tal y algunos de sus cuadros crearon las Fuerzas Revolucionarias del Pueblo (FRAP). Mientras, algunos de los espartaquistas se integraron al Partido del Trabajo (PT).
En lo que respecta a la guerrilla rural, el documento identifica tres grandes grupos, según los estados donde mayormente operaban en 1994. En Chihuahua señala a un grupo de Los Guajiros que no se integró a la LC23S, y el “Grupo Guerrillero David Alfaro Siqueiros”, del que a la fecha no se ha tenido noticia ni aparece en documentos de otras agencias.
En Oaxaca, se refiere al PROCUP (Partido Revolucionario Obrero Campesino Unión del Pueblo) y a la que identifica como su entonces organización de masas: el Frente Revolucionario Campesino Obrero Mexicano del Sureste. Da cuenta de su formación como resultado de la fusión de la Unión del Pueblo y la Vanguardia Armada Revolucionaria, principalmente.
El más numeroso es el de Guerrero. Señala el documento que, para 1994, “grupos guerrilleros realizan trabajo político en organizaciones abiertas de masas”. Identifica cuatro grupos actuantes: el de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo); el Grupo Revolucionario 8 de Octubre (GR8); la alianza de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) con el PROCUP-PLDP (Partido de los Pobres), y el de la Cuadri que a las últimas tres sumaba a exintegrantes del MAR.
El documento acusa al entonces rector de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), Rosalío Wences Reza, de cobijar a los guerrilleros del GR8 y de fundar a la Izquierda de la Izquierda Independiente (triple I), con presencia también en las universidades Autónoma de Puebla (UAP) y Nacional Autónoma de México (UNAM) y en organizaciones de Sonora, el Distrito Federal, Sinaloa, Guerrero y Puebla.
Señala que la Triple I, la Cuadri y el movimiento de la Teología de la Liberación dieron origen al Grupo Guerrillero Cora Manuel Lozada. Ubica como dirigente de esta guerrilla conformada por indígenas de Nayarit, Durango y Sinaloa a Mariano Gerónimo. Y concluye que integrantes de esta alianza son parte del EZLN.
De acuerdo con los documentos asegurados a los rebeldes, los analistas de la Semar aseguran que a principios de la década de 1980 militantes sobrevivientes de la LC23S, el PDLP, el MAR, el GR8 y la ACNR acusaban el embate del Estado en su contra y se replanteaban la lucha. Llegaron a los siguientes acuerdos:
“1. Que junto a la lucha armada debería desarrollarse la movilización política de masas.
“2. Que toda lucha a emprender debe contar con el apoyo de la población, por lo que no se deberá emprender acciones carentes de fuerza.
“3. Nunca desarrollar la lucha revolucionaria con concepciones regionalistas, pues sería aniquilada fácilmente.
“4. Estudiar la teoría revolucionaria para adquirir las armas político-ideológicas.
“5. Constituir una organización nacional (UP) el Partido Proletario Unido de América (PPUA) dirigido por Florencio Medrano y la Vanguardia Armada Revolucionaria.
“6. Constituir una organización nacional de masas o de partidos políticos que permitiera organizar y movilizar a la población bajo una táctica revolucionaria.
“7. Crear una coordinadora revolucionaria clandestina para ser la Dirección Política Militar Nacional.”
En ese sentido, señala el documento, varios grupos guerrilleros se habían incrustado en partidos del sistema político mexicano. Para 1994 se encontraban en el PRD, el PT y el propio gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI). No es que estos cuadros del movimiento armado comulgaran con las ideologías de estos partidos, sino que desde ahí obtenían información y preparaban trabajo político clandestino.
Y sobre todo –se asegura en los documentos–, actuaban en organizaciones como la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), el Frente Independiente de Pueblos Indígenas, el Consejo Indio Permanente, al Unión de Obreros y Campesinos Emiliano Zapata, el Frente Único de Organizaciones Populares de Acapulco, el Movimiento Popular y Estudiantil de la Montaña, el Movimiento Urbano Popular Independiente, entre otros. Además, en instituciones educativas como la UNAM y las Escuelas Normales Rurales, particularmente la de Ayotzinapa, Guerrero.
En los informes de la Marina se advierte de un levantamiento masivo en 1994. “Estas organizaciones tienen actualmente campamentos de preparación militar en la sierra; no se han declarado abiertamente como alzados, aunque ya están preparados para ello. Sólo esperan los resultados de Chiapas. Maestros y estudiantes se han incorporado a los campamentos; el acto del 5 de febrero en Iguala en homenaje a Genaro Vázquez fue programado por ellas”.
Y sigue: “La marcha de los maestros del día 4 de febrero en Chilpancingo se realizó como un ensayo de lo que se piensa hacer cuando se declare la guerra la gobierno y se levanten en armas. Presumiblemente están elaborando comunicados que mandarán a la prensa, determinando sus exigencias”.
El espionaje realizado por la inteligencia naval a las organizaciones le confirmaba a la Marina que, supuestamente: “Se piensa tomar palacios municipales y dependencias públicas con las masas y acciones militares como secuestros y escaramuzas de enfrentamiento con el Ejército, con ajusticiamiento de judiciales.
“Al pueblo lo están preparando psicológicamente para la guerra, piden vendan sus pertenencias y compren armas y parque. En la actualidad algunos comisionados de este grupo están formando el corredor de Guerrero a la frontera para la compra y transportación de parque de distintos calibres” (sic).
Nada de esto ocurriría en 1994, aunque sí habría escaramuzas en Guerrero a lo largo de 1995 y una represión del Estado mexicano contra los campesinos organizados, como la ocurrida contra la Organización Campesina de la Sierra de Sur (OCSS) el 28 de junio de ese año. Diecisiete personas fueron asesinadas a mansalva. En ese lugar, un año después, aparecería públicamente el Ejército Popular Revolucionario (EPR).
En los documentos de la Semar, fechados en 1994, se señala: “En su proyecto original de buscar relaciones con otras organizaciones del mundo y teniendo como antecedente el Festival de la Juventud que se desarrolla en Cuba, acuden militantes de estas organizaciones ACNR, MAR, GR8 disfrazados de estudiantes de la Universidad de Guerrero, donde establecen contacto con organizaciones guerrilleras de Latinoamérica y acuerdan trasladarse a Libia, a invitación de Kadafi, para realizar allá su reunión ya que el gobierno de Cuba se opone a que se desarrolle en su país” (sic).
Según los archivos de a Semar, tal reunión sí se concretó. Participaron, además de las organizaciones mexicanas citadas: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), de Chile; Tupamaros, de Uruguay; M-19, de Bolivia; Senderistas, de Perú; Senderistas de Nicaragua; Cinchoneros, de Honduras, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), de El Salvador, y la Coordinadora Guerrillera de Guatemala.
Alcanzaron seis acuerdos principales: 1) formar una coordinadora guerrillera latinoamericana para apoyos mutuos; 2) intercambiar guerrilleros para buscar afinidades entre las distintas nacionalidades; 3) desintegrar al grupo Tupamaros y que sus miembros se distribuyan en toda Latinoamérica como asesores militares; 4) intensificar la lucha revolucionaria en Nicaragua para que éste sea el primer país liberado y así continuar con los demás países; 5) proyectar a futuro la conformación de un solo ejército revolucionario para toda Latinoamérica; 6) aprovechar la “disposición del gobierno de México para la cobertura diplomática”.
Según los documentos de la Marina, “a la fecha [1994], estas relaciones existen y se han consolidado, inclusive se puede decir que están preparadas para la insurrección latinoamericana en contra de las oligarquías nacionales y el imperialismo yanqui.
“Las relaciones de estas organizaciones guerrilleras latinoamericanas se han extendido hasta Europa, teniendo como puente de relación a Libia con Kadafi, tienden apoyos logísticos de infraestructura militar por parte de la ETA [Euzkadi Ta Azkatasuna] española [País Vasco España-Francia], los palestinos, Brigadas Rojas de Italia, Ejército Rojo de Japón [sic]”.
Otro foco de atención de los analistas de inteligencia naval se encuentra en los teólogos de la liberación. Advierte que sacerdotes mexicanos de esta corriente entablan relaciones con curas peruanos, españoles, nicaragüenses y alemanes.
“La Teología de la Liberación conserva sus relaciones con teólogos de todo el mundo, principalmente con latinoamericanos, creando para su expresión Comités Eclesiales de Base, Comités de Defensa de los Derechos Humanos, Comités de Defensa de los Grupos Indígenas. Realizan su trabajo de concientización en los estados de Chiapas. Hidalgo, San Luis Potosí, Tamaulipas, Durango y Chihuahua.”
Al interior del país siguen de cerca a cooperativistas y empresas ejidales exitosas y altamente politizadas. Son sospechosas de ser asesoradas por las corrientes maoístas del PROCUP.
Los grupos armados que identifican los documentos de la Semar, vigentes en 1994, son: EZLN, PROCUP-PDLP, Frente mexicano contra la Corrupción Gubernamental, Izquierda de la Izquierda Independiente, Grupo Guerrillero Manuel Lozada; Grupo Guerrillero David Alfaro Siqueiros (Chihuahua), Comandos de Acción Rápida, Grupo Comas y Comando Francisco Villa (Nuevo León).
Entre los documentos también se encuentran los perfiles que los movimientos armados buscaban y generaban entre sus integrantes. Se trata de 48 características que “todo militante revolucionario debe ser”.
Destaca el primer rasgo: “La expresión más completa de los hombres limpios, honrados, honestos para que mediante su acción construya el porvenir.
Ante la cerrazón política, la guerrilla como forma de lucha revolucionariaEn México los reclamos de trabajadores, jornaleros, campesinos, estudiantes, fueron acallados con muerte, desaparición, tortura. No había posibilidad ni espacio y el pensamiento revolucionario pasó a la acción y búsqueda de transformación revolucionaria con tácticas de guerra de guerrillas. Entonces, la experiencia revolucionaria se había demostrado en Cuba, Vietnam, mediante la guerrilla como el modelo a seguir, para imponerse al Estado por la vía armada como propuesta de gobierno, advierte Adrián Ramírez López, presidente de la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh). Explica la efervescencia de movimientos armados en las décadas de 1960, 1970 y 1980, que fueron objeto de Terrorismo de Estado, más que de Guerra Sucia. Las teorías revolucionarias que privaban en ese periodo, planteaban la vía armada para el cambio de gobierno. Todos elementos se conjuntaron en la década de 1960, afirma el autor del libro Reglas Mandela. “Se fusionó la tradición de lucha, sobre todo los agravios hechos a los trabajadores y poblaciones; así fue como parte de la sociedad decidió tomar las armas durante el periodo de la Guerra Sucia en México”, subraya. Ramírez López, maestro en atención integral de salud social, y con experiencia de 23 años en atención a víctimas de la tortura y violaciones a los derechos humanos, señala que en esa época los modelos de transformación social y democrática por la vía pacífica en México no habían logrado demostrar la posibilidad de un cambio verdadero. De hecho, todas las posibilidades estaban cerradas. Expone que si bien el ejemplo de Gandhi y de Mandela, y otros más en el mundo, que proclamaban las acciones pacíficas y de resistencia civil lograron transformar sus sociedades; en México estas vías no lograron ni pequeños beneficios, por lo que los modelos de insurgencia era la posibilidad. Además, emergía un proceso de luchas armadas de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, apunta en entrevista con Contralínea. Todo se reducía a ensayos de lucha armada y gobierno en varios países, a través de vías de guerra popular prolongada, integrales planteadas por otros teóricos; pero casi todos los procesos revolucionarios eran armados. La conformación del sistema político en México era incipiente. El Partido Comunista estaba proscrito. Había sólo cuatro partidos políticos, hegemonizados por el PRI, y todo el espectro se cargó a la izquierda, hasta la derecha, ahí estaba [Vicente] Lombardo Toledano con sus planteamientos progresistas. “El jalón que hizo la Revolución Soviética fue muy grande, llevó a enormes conquistas, incluso a aceptar si bien no un pacto internacional de derechos humanos, sí el de derechos políticos y económicos y culturales”, indica. “El pensamiento revolucionario tenía todavía un fuerte componente del marxismo-leninismo, del proceso chino con Mao [Tse Tung], de Ho Chi Ming en Vietnam, todo eso animaba a los proceso a ese modelo de lucha” en México, refiere. Incluso, el secuestro era una estrategia de recuperar de recursos económicos, de propaganda, de acción contra oligarcas y una forma de justicia para el pueblo, no un delito como en el presente que pasó a ser componente del terrorismo de Estado, el inicio del “narco-Estado policial”. En esa etapa, a lo largo y ancho de México, había grandes pensadores, un movimiento cultural muy fuerte, con cantantes, poetas, filósofos. Todos participaban a la teoría revolucionaria, y ante ella había acciones revolucionarias. Sin embargo, reconoce que hay algo que no se podía contrarrestar con toda la eficacia y certeza: “la mano durísima, no sólo del gobierno de México, sino del imperio, sus aliados, quienes dirigían las labores de inteligencia para actuar en esa Guerra Sucia”. Ese fue el elemento más grave, porque así como había teoría y acción revolucionaria, también estaba la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que en México puso en marcha métodos deleznables: adelantaban y conducían los conflictos, para frenar a los luchadores sociales, asegura Ramírez López integrante también de la Organización Mundial contra la Tortura. No obstante, sostiene que, todos los movimientos que lucharon fueron exitosos. “Son movimientos no vencidos, aunque les hayan derrotado militarmente, en las detenciones, en la tortura… gracias a ellos hubo grandes procesos de cambio y transformación. “No fue la derrota militar sino el gran logro de esos constructores de democracia, son derechos conquistados con sangre y esfuerzo, que tenemos que cuidar. Derecho que no se conoce, no se defiende, y se puede perder en cualquier momento”, advierte Ramírez López exvicepresidente de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH). Nuestra obligación, dice, es conservar y acrecentar esos derechos. “Hoy tienen que retomar la bandera de conservar y defender los derechos, hoy tenemos nuevas vías de defensa, pero que hay que ejercerlas. El pueblo tiene que seguir siendo el garante de sus derechos”, postula. Así, plantea, los gobiernos, de alguna manera, tienen que responder al empuje de los pueblos. Sí fue un movimiento exitoso, costó mucha sangre, fue muy doloroso, pero también se dieron capítulos de dignidad, fortalecimiento del sentimiento de necesidad de lucha, de no derrotarse ni conformarse, acota. Adrián Ramírez pide no comparar lo que se vivió en Argentina con el horror de las dictaduras, el golpe de Estado en Chile, Uruguay, pero aquí se vivió una situación muy grave. “Lo peor es que hubo un hilo de continuidad entre los que ejercieron la Guerra Sucia, el Terrorismo de Estado en los años 50, 60, 70, hasta la actualidad. Apenas se empiezan a morir los perpetradores de esa política.” La mayoría murieron impunes, otros como Miguel Nazar Haro que dijeron ser víctimas de la incomprensión del pueblo, y que volverían a hacerlo porque lo hicieron en defensa de la familia y la moral de las buenas costumbres. En realidad, todos ellos no fueron castigados, indica al señalar que por ahí andan caciques como Rubén Figueroa en el estado de Guerrero. En la actualidad, argumenta, el proceso de revolución ya cambio, pero tomando en cuenta que los sobrevivientes y las teorías de esos procesos son los pilares de lo que hoy permiten la confrontación contra el poder hegemónico. Debe quedar claro que la lucha no es contra la burguesía de cada país, ni contra los líderes o dirigentes que se difuminan, sino contra aparatos más potentes como el Ejército, los medios de comunicación dominantes y la “democracia del marketing”, acota. “Antes los volantes repartidos en la movilización de los 60 de los estudiantes que tomaban camiones y repartían las octavillas de la Revolución Soviética, los comunicados que pegaban con engrudo, hoy son memes, tuits, una modificación de la comunicación que logró alternativas de cambio.” Ahora, a la vista de estos cambios, considera que en América viene un retorno del pensamiento progresista. Aún no con la capacidad de romper con el modelo: son gobiernos de un capitalismo redistributivo, ya se dieron cuenta que ya no alcanza, por lo que ahora van a redistribuir, para atenuar las contradicciones y poder sobre existir. “Por eso, los pueblos tienen que tomar para sí esa responsabilidad y seguir participando. Además, los procesos ya no parten de las cúpulas, sino de la lucha de los pueblos, es ahí donde tenemos que empujar”, plantea. Insiste: “Todas las luchas armadas en México son movimientos no vencidos, y exitosos y el legado para cimentar el proceso de cambio y la transformación de hoy. El pensamiento filosófico, la teoría, la concepción y la acción no fueron derrotas por la ‘democracia de marketing’ y sus ejércitos de la sinrazón, afirma Ramírez López. Y, agrega: las ideas del marxismo, leninismo, el proceso socio-cultural de Mao, de Ho Chi Ming y de luchadores como Gandhi, Mandela y de la insurgencia de Latinoamérica están vivas, con nuevas tecnologías, pero encarnadas en el pueblo. Por ello, los gobiernos democráticos deben responder a la exigencia de la sociedad, al desprecio del autoritarismo, la represión, la fuerza, para privilegiar e impulsar el despertar de la mayoría, las garantías y el respeto a los derechos humanos. Estudioso de los procesos revolucionarios y las luchas armadas en el mundo, explica las diferentes etapas que hubo que transitar para poder llegar a la conquista de los derechos por la vía pacífica. La voz del pueblo hoy tiene poder y valor, porque atrás existe un contexto económico, político y social. “Deben retomarse dos puntos centrales, las constituciones políticas emanada de la lucha revolucionaria de 1917 en nuestro país y la realizada en la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS)”. Esos dos elementos fueron los que empujaron para que se reconociera los derechos económicos y culturales cómo fundamentales; sin embargo, del otro lado del poder a nivel mundial se concentró en el modelo liberal, que buscaba generar condiciones para el desarrollo de la exploración capitalista. “Ellos pensando que la producción y riqueza que se generaba podría producir ganancia para el pueblo, no era así. Debido a que, mientras la producción es fruto de la fuerza de trabajo de los trabajadores, el usufructo cae en manos de los capitalistas y los medios de producción.” |
Con información de Contralínea