La sucesión, un año: las claves de los pisos parejos/disparejos

Carlos Ramírez

Después de un año de haber iniciado formalmente el proceso de sucesión presidencial en Morena, el presidente López Obrador tiene un panorama más o menos claro de los escenarios de continuidad del proyecto político de la cuarta transformación en el próximo sexenio.

Con un año y medio por delante para perfilar la candidatura del abanderado lopezobradorista, el presidente de la República tiene ya los primeros indicios de lealtades y rupturas que está planteado la disputa por la nominación presidencial de 2024.

Si casi todos los presidentes han tenido que adivinar y equivocarse en la percepción de las lealtades, el presidente López Obrador ha movido el escenario sucesorio para descolocar al canciller Marcelo Ebrard Casaubón y confirmar la autonomía política del senador Ricardo Monreal Avila, los dos quejándose hoy de que no hay piso parejo para todos los candidatos.

La malicia que tenía la cultura priista para percibir las verdaderas lealtades de los candidatos a los puestos más altos de elección popular había dejado casos extremos y simbólicos en los que se fabricaban conflictos para los precandidatos como una manera de ir probando en situaciones realistas –que no reales– la firmeza de lealtades propias y de grupos.

Si la lógica priista –que es ilógica— está funcionando, entonces se puede tener claro que el presidente saliente de la República ya tiene decidido el nombre de su candidato, pero por las reglas de los juegos de poder tendrá que irlo escondiendo, inclusive creando situaciones de desconcierto para el feliz agraciado como una forma de cincelarle el carácter que requiere el ejercicio del poder político en México. Algunos presidentes desalentaron al preferido y alentaron distractores, pero siempre con la decisión tomada en función de las reglas del poder.

A estas alturas del partido pudo haber sido un error político el quejarse de la falta de piso parejo para la competencia sin pensar que se trataría de preferencias que distraigan el debate sobre la sucesión. Las duras e implacables reglas del poder político en el sistema mexicano –sea priista o panista o perredista o morenista– aconsejan a los precandidatos aceptar las circunstancias que se le pongan encima, sin poner condiciones adelantadas que afectaran el escenario juguetón sucesorio del presidente de López Obrador.

La experiencia política de algunos aspirantes quedó exhibida como inexperiencia al exigir piso parejo de un proceso de suyo disparejo y a partir de experiencias anteriores en las que los precandidatos tendrán que pasar pruebas hercúleas para forjar la firmeza de su carácter y para garantizar las lealtades, con la circunstancia agravante de que aún los más leales terminaron traicionando al jefe del grupo en el poder.

La crítica al piso disparejo pareció haber sido entendida en Palacio Nacional como una queja de parcialidad que afectó la sensibilidad política del presidente López Obrador ante la opinión pública y puso en duda la veracidad de los compromisos presidenciales públicos. El otro detalle de ingenuidad política es suponer que la disputa por el poder en México es de reglas basadas en pisos parejos.

El regaño presidencial público a los quejumbrosos en las mañaneras de esta semana fijaron los puntos sensibles del carácter presidencial: la invocación que hizo el presidente López Obrador a la encuesta como consulta al pueblo había sido puesta en duda por dos experimentados políticos como Ebrard y Monreal, pues la sola posibilidad de un piso disparejo estaría poniendo en duda la palabra presidencial antes siquiera de entrar en un proceso formal de sucesión y desde luego con mucha anticipación al posible ejercicio del poder con respecto al antecesor.

El principio fundador de la continuidad del sistema político mexicano es el de la lealtad como disciplina, llegando al punto en aceptar a ciegas lo inexistente. La exigencia de piso parejo por parte de dos precandidatos morenistas ha sido la peor crítica política al López Obrador en el manejo de la sucesión, inclusive con una valoración negativa peor que la que pudo haber dicho cualquier adversario radical del presidente.

Y más grave aún: exigir piso parejo fue leído en Palacio Nacional como el mensaje de dos precandidatos que desde ahora quieren que el presidente saliente saque las manos del proceso que está operando con habilidad maquiavélica y está dejando indicios de la relación del próximo presidente con su antecesor después de la toma de posesión.

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