Confesiones de Alfonso Martínez Domínguez: “La matanza fue preparada por Echeverría”
Heberto Castillo
–Alfonso Martínez Domínguez quiere hablar contigo, ¿se puede? –me dijeron unos amigos.
–¿Conmigo? ¿Para qué? Tengo muy mala opinión de él –advertí.
–Lo sabe, lo sabe –me contestaron–. Pero nosotros creemos que debes oírlo. Será, al menos, interesante.
–¿Hablará sobre el 10 de junio? –pregunté.
–Tal vez –me contestaron.
Acepté. Unos días después me informaron que AMD me invitaba a desayunar en su casa de Inglaterra 14, en Coyoacán, cerca de la terminal Tasqueña del Metro, a las nueve de la mañana.
Habían pasado ya algunos años de aquellos dolorosos hechos, aquella matanza de jóvenes el Jueves de Corpus (…) El movimiento estudiantil universitario había tomado fuerza con la liberación de los primeros presos del 68. Todavía los principales dirigentes estaban desterrados en Chile desde hacía unas semanas; otros liberados actuaban ya en el medio estudiantil (…)
Había entonces problemas universitarios aparte, en Nuevo León. El gobernador Eduardo A. Elizondo se empecinaba en imponer una absurda ley orgánica para la universidad. Encabezados por el rector, ingeniero Héctor Ulises Leal, los universitarios neoleoneses luchaban en contra de esa imposición. En México, los estudiantes preparaban ya una marcha en apoyo a sus compañeros de Nuevo León. Hacía mucho tiempo que no desfilaban por las calles. Desde 1968, para ser preciso.
La lucha en Nuevo León dio frutos. Elizondo renunció, y Luis M. Farías fue nombrado gobernador interino. Hubo desconcierto. La marcha que se preparaba quedaba un poco en el aire si iba a ser un acto de solidaridad con los universitarios neoleoneses.
Echeverría se empeñaba en hablar de “apertura democrática” en tiempos en que las manifestaciones de disidencia se hallaban prácticamente congeladas. Los universitarios estaban atrincherados dentro de las escuelas y los únicos movimientos discrepantes eran las guerrillas urbana y rural. Echeverría hacía vislumbrar a algunos mejores tiempos. La liberación parcial de los presos del 68 parecía anunciar una apertura más amplia. Los rumores de una ruptura entre Echeverría y Díaz Ordaz hacían concebir esperanzas (…)
Llegamos a casa de Alfonso Martínez Domínguez a las nueve horas. Un ayudante nos abrió la puerta. Estaba ahí AMD, sonriente. Nos saludó y nos hizo pasar por un jardín bien cuidado, junto a una pequeña alberca. Entramos a una espaciosa sala a la que se cambiaba el recubrimiento de madera. Olía a caoba y a huevos con chorizo. Entramos al desayunador. Nos sentamos. ¡Estaba frente a mí uno de los personajes centrales que participaron, voluntariamente o no, en la matanza de estudiantes el 10 de junio de 1971! ¿Qué querría?
Con información de Proceso