El desgaste prematuro de Inzunza

Álvaro Aragón Ayala 

Si Enrique Inzunza Cázarez quiere construir una carrera política sólida, duradera, deberá alejar lo más posible, de su ejercicio como secretario general de Gobierno, la judicialización o la criminalización de sus relaciones interinstitucionales y de las operaciones políticas a su cargo. Inzunza mantiene muchos fierros en la lumbre que lo sobrecalientan. 

Si bien algunos analistas ubican a Inzunza Cázarez como un prospecto de Morena al Senado de la República en el 2024 obvio es precisar que tendrá que edificar no una figura de señor de horca y cuchillo, sino la de un conciliador, un diplomático civilista en el trato con funcionarios estatales y municipales, diputados locales y federales, dirigentes de partidos políticos y la sociedad.  

La “mano negra” de Inzunza en el toma y daca, en el juego del poder, lo aleja de las simpatías colectivas y de los consensos requeridos para llevar a buen puerto cualquier proyecto por la Senaduría. No hay quien lo oriente -con buen juicio- que las victorias de hoy pueden ser factor de derrota el día del mañana. Los políticos no están muertos hasta que están muertos.   

De las operaciones políticas desarrolladas por Enrique Inzunza emanan los tufos de la sordidez personal. No se le ven acciones de alto calibre que determinen que actuó con certeza, oportunidad y humidad en el ejercicio de su encargo. En cambio, en su actuar se siente la tendencia a causar daño público y a abrir el camino a la judicialización y la criminalización de los procedimientos político que se ponen en sus manos.  

Enrique Inzunza ha optado por la “agresividad”. Se sale de los modernos cánones de la praxis política, de la diplomacia y de los acuerdos. Sus interrelaciones no son tersas. Si bien la política y las leyes son componentes fundamentales de nuestra sociedad y del gobierno, el funcionario estatal se empecina en convertir en una especie de Tribunal de la Inquisición la secretaria general de Gobierno. 

Con la ley, los expedientes o la apertura de “carpetas de investigación” en ristre, con la no política, Enrique Inzunza ha logrado establecer las reglas del juego institucional desgastando prematuramente su imagen, posándolo como una persona que no genera simpatías y por tanto será difícil que atraiga votos en una contienda electoral. 

La diferencia entre las leyes y la política es que la ley es una norma jurídicamente exigible que las políticas (y las acciones individuales) deben cumplir, en tanto que la política es un conjunto más amplio de iniciativas, decisiones, prioridades o directrices que abordan un objetivo y un plan para lograrlo. Lo de Enrique Inzunza, lo suyo, son los expedientes o las carpetas de investigación, las sentencias, no la política. 

En el ejercicio de gobierno, en la toma de decisiones políticas que rayan en la judicialización y la criminalización, en el juego de los expedientes, el gran perdedor en siete meses y 15 días de gobierno, es Enrique Inzunza. Es inobjetable el desgaste de su figura política. Así, en el 2024 correrá el riesgo de mutarse en el “hilo más delgado” de las negociaciones que se tendrán que establecer para garantizar el triunfo electoral de Morena en Sinaloa.

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