Feliciano Castro y su mansedumbre política
Álvaro Aragón Ayala
La servidumbre política del presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso Local, Feliciano Castro Meléndrez, impacta negativamente y va a contracorriente del proyecto de Rubén Rocha Moya que busca instalar un gobierno donde prive la división de poderes como pieza fundamental del ejercicio democrático y de la doctrina constitucional moderna.
Rubén Rocha destaca positivamente por su insistencia en declarar la independencia de los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, y en recalcar la autonomía de la Fiscalía General de Justicia; en cambio, quien “lidera” por el lado de Morena el Poder Legislativo, opera rupestremente colocando en entredicho la posición jurídica-democrática del gobernador.
En su afán de aparentar ser el alter ego del mandatario estatal, el diputado de Morena, quien en el 2015 renunció al PRD “por su entreguismo a los gobiernos federal y estatal”, manda lecturas equivocadas que meten en aprietos a Rubén Rocha Moya, haciéndolo aparecer como el cerebro de jugadas políticas orquestadas por el triunvirato Feliciano-Enrique Inzunza-Alejandro Higuera Osuna.
La embestida política contra el alcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro, no fue cocinada en el Tercer Piso, sino en el Congreso Local, pero en el imaginario político ganó esa versión por la posición del titular de la JuCoPO en ese conflicto, derivado en un proceso de juicio político. Es Feliciano quien en sus intervenciones en la tribuna y en sus conferencias direcciona su “vinculación” con el Poder Ejecutivo generando lecturas confusas o encontradas.
Si bien es cierto que Feliciano Castro proyecta desde el Poder Legislativo convertirse en candidato al Senado de la República, apoyado por la nueva estructura de la SEPyC y el ISSSTESIN y dos tribus de Morena, también es verdad que sus jugadas políticas, algunas sin pies ni cabeza, plantan en el colectivo social la idea de que todo lo que hace y mueve obedece a la consiga del gobernador.
El diputado de Morena “caza”, bebe e interpreta las declaraciones del gobernador Rubén Rocha Moya para inmediatamente replicarlas o apoyarlas, actuando en ocasiones como si fuera el “vocero” del mandatario. El entreguismo de Feliciano Castro, más que allanar el camino, lo cubre de sospechas y entorpece jugadas de mayor estatura del mandatario estatal.
En su lambisconería y posición de ventrílocuo del Tercer Piso, el legislador de Morena se pasa por el arco del triunfo la separación de poderes -contemplada en el articulado de la Constitución Política de Sinaloa – nunca leyó “El Espíritu de las Leyes” de Montesquieu-, y olvida que constituye uno de los pilares fundamentales de cualquier sistema democrático ya que implica la limitación del poder público para evitar su abuso, de manera que dicho poder sirva como instrumento para los fines del bien común.
El “Caso Estrada” es tan solo una de una serie de injerencias, imprudencias o torpezas cometidas por Feliciano Castro, quien alimentó el cruce ríspido de opiniones sobre diversas reformas a la ley y los procesos legales para su impugnación, agitando a la plebe para que la discusión escalara y derivara en un grave conflicto político, en el que nada tiene que ver el gobernador Rubén Rocha Moya.
El presidente de la JuCoPO no ha sabido operar con inteligencia la separación, aunque sea hipotética, del Poder Legislativo del Poder Ejecutivo, mandando la lectura a la sociedad de que él es un simple empleado del Tercer Piso con apetitos de construir un imperio político con acciones de extremo servilismo y de tenebra política.
Así, Feliciano Castro daña los planes de Rubén Rocha que quiere trascender en la historia como un gobernador democrático. Mucho ayuda el que no estorba, reza el refrán.