Claudia Valdez; sus traiciones antes y después

Xicoténcatl Barajas

Para los rosarenses no es sorprendente que la alcaldesa, Claudia Liliana Valdez Aguilar haya traicionado al Partido Sinaloense que la postuló como candidata el pasado 2021, pues la conocen muy bien y saben que la caracteriza su falta de palabra, la deslealtad, el oportunismo y su despótica actitud.

Cuando Valdez Aguilar conoció los menesteres de la política lo hizo al lado de la fallecida ex presidenta municipal, Teresa Osuna Crespo, quien en su campaña la invitó al igual que a otros jóvenes de esa época a sumarse como brigadista y, gracias a su zalamería logró metérsele en el ánimo  a la maestra nativa de la sindicatura de Agua Verde.

La popular “Teresona” le abrió las puertas de su casa y la dejó entrar hasta la cocina, la apoyó con todo para que creciera en política y como pago recibió una mordida de mano, herida que la profesora se llevó  a su tumba porque nunca le perdonó la traición que le hizo  y, mucho menos que vociferara que ella le prestó dinero porque no tenía ni para comer después de una mala racha.

Claudia Valdez fue porrista del PRI, de las que pegaron calcas, que repartieron agua en los eventos, de las que juntaban firmas y en elecciones locales trabajó como “mapache” dándole buenos resultados al tricolor.

Por eso, la cúpula del Revolucionario Institucional  le pagó los favores, la hizo diputada local y ésta traicionó yéndose a los brazos del malovismo vía Gerardo Vargas Landeros y del desaparecido Marcial Liparoli, con quien sostuvo una relación más allá de la amistad, pues siendo subsecretario de gobierno  fue como su sombra, hasta asesor asesor y le dio protección a más no poder, así como barra libre para que gozara de las mieles del poder haciéndola funcionaria del CONALEP donde hizo migas con Alejandro “El Diablo” Higuera y sus demonios que ahora cobran en las arcas del ayuntamiento de El Rosario.

La carrera de la desleal política rosarense parecía estar en ascenso y su ambición desmedida por el poder era enfermiza, por lo que convenció a Liparoli para que la hiciera candidata compitiendo con el panista Manuel Antonio Pineda Domínguez, quien le ganó de calle en dos ocasiones.

Del primer descalabro electoral no se repuso pronto, dio tumbos por unos años hasta que llegó Quirino Ordaz Coppel como candidato a la gubernatura y muy a pesar de la decisión del PRI la tuvo que aceptar como abanderada y fórmula por la alcaldía, negándole  de nuevo los rosarenses el voto en las urnas.

Aun así, Ordaz Coppel fue generoso con ella, la mantuvo “chiviando” como recaudadora de rentas del gobierno del estado en el municipio que hoy aparenta gobernar, enemistándose con los empleados sindicalizados del STASE por sus ínfulas de grandeza y mala relación con ellos, incluso, fue señalada de ser responsable del levantón que sufrieron estos, por lo que fue destituida de sus funciones.

Sin embargo, con esos antecedentes el PAS y MORENA le pusieron las camisetas moradas y guindas para que ondeara sus banderas y entrara a la competencia electoral, ganando con un reducido margen de sufragios que la convirtieron en alcaldesa del histórico municipio que hoy navega sin rumbo porque los intereses mezquinos de ella están sobre los intereses del pueblo, por lo que decidió  traicionar al Partido Sinaloense y a Héctor Melesio Cuén Ojeda que le dieron la oportunidad de sacarla de la frustración y trauma que le provocó por años el rechazo ciudadano.    

La munícipe es convenenciera, oportunista y acomodadiza a las circunstancias, por lo que se dice que ya está vendiendo caro su amor político – si es que lo tiene- al presidente municipal de Mazatlán, Luis Guillermo Benítez Torres que quiere ser Senador de la República y que pretende igualarse con dos políticos de talla, Gerardo Vargas Landeros y Héctor Melesio Cuén Ojeda.

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