Culpable, traidor y mentiroso 

Álvaro Aragón Ayala 

Con un dispositivo de “bioseguridad” municipal que no existe y con los eventos del Carnaval de Mazatlán 2022 en los que prevalece el caos y la violación a todos los protocolos sanitarios, queda bastante claro que el alcalde Guillermo – “El Químico”- Benítez traicionó y le mintió al gobernador Rubén Rocha Moya y que expone a la población a un rebrote de coronavirus que traería a Sinaloa más enfermos, muertos y desolación. 

El presidente de Mazatlán tomó posición como culpable directo de atentar contra la salud y la vida de los sinaloenses y otra vez se exhibió como un funcionario traidor y falso, a quien no hay que creerle nada, pues en sus relaciones interinstitucionales y ejercicio de gobierno privilegia la mentira y el doble discurso. “El Químico” falta constantemente a la palabra. 

La celebración del Carnaval en plena pandemia de coronavirus violó todo el sistema de salud estatal y federal que venía funcionando para bajar al máximo los contagios de una pandemia que baja y sube y sube y baja. De la orgía callejera, de la romería, de la embriaguez y del jolgorio de los asistentes a la megapachanga, emana el tufo de la enfermedad y la muerte.  

Caprichoso, soberbio e irresponsable, el alcalde Benítez Torrez no tomó en cuenta a las autoridades estatales de Salud y después desafió al propio gobernador Rubén Rocha Moya en su proyecto de celebración del Carnaval de Mazatlán 2022. El munícipe le apostó a la “presión” y le “invirtió” a sus relaciones políticas para poder realizar la fiesta municipal “al aire libre”, la cual provoca túmulos humanos incontrolables.  

A sabiendas de que el secretario de Salud, Héctor Melesio Cuén Ojeda, no autorizaría la “diversión fúnebre” por los riesgos que implican los eventos masivos, el alcalde Guillermo -El Químico”- Benítez Torres tomó dos vías alternas, una, la de afirmar que solo acataría la decisión del gobernador Rubén Rocha en torno al Carnaval, y otra, esperar la emisión del “semáforo amarillo” que tomaría como un sí a la realización de la megapachanga. 

Seguro de que el gobernador autorizaría con “semáforo amarillo” el Carnaval, el alcalde mazatleco viajó a la ciudad de México para cabildear ese estatus sanitario a fin de desatar la farra con el Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, y el secretario de Turismo, Miguel Ángel Torruco. No solo obtuvo el apoyo, sino que logró que Torruco visitara Mazatlán para autorizar anticipadamente la orgía carnestolenda. 

El alcalde Benítez Torres nunca detuvo la organización del Carnaval. Según él, lo organizaría con o sin la autorización estatal. Con tal de conseguir el apoyo del gobernador Rubén Rocha Moya le ofreció hacerse cargo personalmente de un megadispositivo sanitario para proteger la salud y la vida de los asistentes a la francachela callejera, bautizándolo como “operativo de bioseguridad”, que en realidad no se implementó. Todo resultó una mentira, una verdadera burla. 

Días antes del arranque de “la fiesta de la carne”, el secretario de Salud, Héctor Melesio Cuén Ojeda, precisó: “Yo no he autorizado el Carnaval. Mi responsabilidad consistió en dar un diagnóstico científico sobre los riesgos de los eventos masivos. Coincido con el gobernador Rubén Rocha Moya con la factibilidad de celebrar el Carnaval con semáforo amarillo con un gigantesco dispositivo sanitario”, aclarando la versión gubernamental de que él había “determinado” que había condiciones para llevar a cabo la megapachanga. 

Decidida la autorización del Carnaval por el gobernador Rubén Rocha, para cumplir con su obligación de cuidar la salud de la población, Cuén Ojeda le apostó a la implementación de un gigantesco dispositivo sanitario para impedir hasta donde fuera posible la formación de cadenas de contagio, pero topó con la soberbia y el importamadrismo de “El Químico”, quien de manera arbitraria y unipersonal determinó los aforos máximos en los lugares en donde se celebrarían los eventos.   

El día del inicio del Carnaval, el presidente municipal montó un espectáculo circense para dar a conocer el falso dispositivo de “bioseguridad” municipal en el que participarían mil 500 elementos de rescate y auxilio de los tres niveles de gobierno. Todo quedó en el articulado de una grotesca pantomima para intentar hacer creer al gobernador y a los mazatlecos y a quienes acudieran a la francachela que todo estaba bajo control sanitario.         

A un día antes de terminar del Carnaval, quedó claro una vez más que al alcalde Benítez Torres le importó un comino la salud y la vida de la población y que le mintió al gobernador de Sinaloa, pero está feliz de que difundan – ¡y lo cree! – de que le ganó la careada a Héctor Melesio Cuén Ojeda y a Rubén Rocha Moya, cuando lo único que ha cosechado o alcanzado es el lugar como el peor alcalde, el más traidor y mentiroso en la historia política de Mazatlán y Sinaloa.      

Quedó claro también que la celebración del Carnaval de Mazatlán 2022 encuadra en el uso criminal de dinero público para atentar contra la salud de la población, rayando en una nueva modalidad del delito de genocidio. La inversión de dinero del pueblo en la “orgía popular” genera pérdidas millonarias al ayuntamiento, cuyas autoridades tienen descuidados todos los servicios públicos, y solamente acarrea ganancias a los dueños de hoteles y restaurantes del puerto que obtienen utilidades sin invertir ni un centavo. 

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