Cómo responderle a Salinas Pliego

Alejandro Páez Varela

Ricardo Salinas Pliego es un analfabeta voluntario, con ideas tan aguadas que avergonzarían a cualquier autor de libros de autoayuda de Sanborns o al economista Javier Milei, e incluso al showman Javier Milei. Es, sin más, un hijo que avergonzaría a su padre, a menos que su padre sea igual o peor que él.

El empresario mexicano ha ofendido a millones de mexicanos con alguno de sus arrebatos escatológicos, con la basura que difunde en su televisión chatarra o mandando golpeadores para que paguen la letra de una lavadora que se descompuso 10 años antes. El “Tío Richi” apesta a impunidad, a desaseo, a prepotencia, a clasismo, a corrupción, a manipulación y a decadencia.

Pero la noche del sábado 25 de octubre dijo que quiere pagar sus impuestos, que sumaban hasta el verano pasado 74 mil millones de pesos. No debería estar en él decidir si paga o no, porque si yo no pago al SAT me persiguen y me doblan. Pero ya lo dijo. Y aunque no tiene palabra (pregúntenle a sus acreedores para más detalles), su ofrecimiento requerirá una respuesta formal –y necesariamente política– de parte del Gobierno. ¿Cómo hacerlo?

Obvio, el personaje está haciendo el ofrecimiento mientras ofende a la Presidenta. Y lo hace así porque lo han doblado, y necesita que lo vean como valiente y atrevido. Fracasó al poner a sus televisoras al servicio de la candidata del PAN, Xóchitl Gálvez; fracasó al tratar de orientar a la población contra Sheinbaum y contra Andrés Manuel López Obrador. Y fracasará en su intento por una candidatura presidencial por la suma de todos sus errores. Ahora fracasará en su campaña para postergar más tiempo sus obligaciones fiscales. Entonces lo que le queda es hacer el ofrecimiento.

El análisis sobre su ofrecimiento parte de considerar que está acorralado y le llegó el momento de pagar, quiera o no. Sus abogados han estirado demasiado la liga, han pateado demasiado lejos el bote y lo han dejado en una situación muy frágil que el mismo empresario no quiere ver.

Salinas Pliego –y este es otro elemento importante– funciona mucho en razón a cómo lo ven los demás, al igual que un imberbe mimado. Pensaba que esta película terminaba con él celebrando en un yate por no pagar lo que debe. Las cosas salieron bien un tiempo, pero ese pequeño y caro disfrute terminó. No celebrará en un yate mientras todos lo ven bañarse en champaña; eso no pasará. Ha ido de fracaso en fracaso. Son sus fracasos. Quiere, como siempre, que otros paguen por él. Ese es y ha sido siempre Salinas Pliego: un malcriado que avergonzaría a su padre, un maleducado que escupe a sus mayores para llamar su atención; alguna de las Kardashian presumiendo su cintura de 50 centímetros adquirida en un quirófano y no en un gimnasio. Y ahora quiere pagar porque la realidad le está imponiendo un momento de razón. Lo hace pasándose por chistoso, machuchón, mascafierro.

Por el otro lado está Sheinbaum, que viene de un camino muy distinto al del empresario. La Presidenta viene del esfuerzo; llegó adonde está, brincando por encima de las lógicas de un país de machos. Es alguien que ha lidiado con muchos, muchos malandros peores que él, que Salinas Pliego. Alguien que ha logrado contener, como ningún Jefe de Estado en el mundo, a Donald Trump. Su técnica de “cabeza fría” es famosa a nivel global. Su cálculo es igualmente notable. (Había algo en AMLO que lo hacía prever el futuro; tenía, empíricamente, lo que Isaac Asimov llamaba “psicohistoria”: comprender el comportamiento humano y calcular casi con matemáticas lo que viene. Algo heredó Sheinbaum de él). Francamente, Salinas Pliego no tiene para donde hacerse. Su rival no es menor, como él pensaba por su misoginia.

Claudia Sheinbaum sabe que durante el siguiente tramo de su Presidencia se encontrará a personajes iguales o peores que Salinas Pliego. Así que es importante cómo responderá. Se verá con gente que, como este empresario, agregará vulgaridad al debate para provocar. Eso de sacar botargas de López Obrador y ratas bailando que simbolizan a la 4T y a los hijos del expresidente; eso de tratar de ridiculizarla a ella es parte de los intentos por vulgarizar el debate y provocar una reacción. Sheinbaum está lidiando con un actor malo y feo, que está montado en un escenario lleno de luces y no se quiere bajar porque cuando se baje tendrá que enfrentar su realidad. Y seguirá allí, arriba, mientras tenga público. Pero el público se cansa. Y él tendrá que bajar. La Presidenta lo sabe.

En agosto de 2023 escribí que el tercer hombre más rico de México enfrentará a cada Gobierno mientras ése Gobierno no tenga capacidad para regresarlo al papel que le corresponde. ¿Cuál es ese papel?, preguntaba entonces. El de un ciudadano cualquiera que paga impuestos; que garantiza sus obligaciones y que ejerce sus derechos y no es ejemplo de ausencia de Estado.

Y entonces dije lo que creo que Claudia Sheinbaum debe hacer. Dije que hace mal quien pida “mano dura” contra Salinas Pliego porque eso genera distorsiones y puede considerarse abuso de poder: se le debe responder con el derecho y la razón. Verlo más como un deudor y menos como un rico malcriado, un hijo grotesco, un rapero con dientes de oro, una Kardashian con cintura operada o un comediante ridículo y sin imaginación. Hay que verlo como un empresario que representa a un sector de la sociedad que debe ser contenido: el sector que cree que dinero es impunidad, y que se puede vivir fuera de la Ley y ser admirado por muchos.

La respuesta al empresario debe ser fría y calculada, sin prisas. Y quedará como un ejemplo. La respuesta al niño cagón es simplemente dejarlo ser. Ya se cansará de sus payasadas y si no se cansa, allá él.

Habrá quien le sugiera a la Presidenta quitarle la televisión a Salinas Pliego. Es mala idea. Mucho ruido, innecesario. Si mis cálculos son correctos, su fortuna contra sus deudas ya no da para mantener ese juguete. No es negocio. El patrimonio neto en tiempo real de él y su familia lo calcula Forbes en cinco mil 500 millones de dólares, es decir, 102 mil millones de pesos al tipo de cambio de hoy. Debe, hasta donde se sabe, 74 mil millones de pesos en impuestos y 10 mil 704 millones de pesos a sus acreedores en Estados Unidos, es decir, 85 mil 704 millones de pesos. Le queda muy poco. Tendrá que vender parte de su negocio para respirar. Debe vender lo que no le deja (y lo que no sabe dirigir): su red de medios. Pero hay que dejar que lo sugiera él mismo.

Habrá quien le diga a la Presidenta que el Gobierno presente un plan de negocio a Salinas Pliego y su familia, para que conserve algo de lo que tiene, pague lo que debe y garantice una transición generacional. Permitirle que se retire con algo en el banco y un yate lleno de puros, si eso se le antoja. No es buena idea. Lo va a difundir. “Me querían retirar por la mala, como lo hace Putin o cualquier otro dictador”, le dirá a Adela Micha (ya que sus medios no funcionan).

Habrá quien le diga a la Presidenta que los meta a la cárcel mañana mismo. Tampoco es buena idea aunque, les garantizo, Claudia Sheinbaum alcanzaría el más alto nivel de popularidad de un Presidente/Presidenta en toda la historia.

Mi único consejo es dejarlo resbalar, que le gusta el plátano, pero no recoger sus cáscaras. Que baje del escenario cuando se canse; que se retire de los reflectores cuando tenga las retinas dilatadas como platos.

Mi papá tenía su propia versión de “cabeza fría”. Alguna vez me quejé con él de uno de mis jefes y me dijo: ¿te trata injustamente? ¿Es incorrecto contigo? Le dije que sí. Me dijo: no tengas prisa. Luego me contó que el cazador de venado deja manzanas en dos o tres puntos de la sierra y las monitorea. Luego, pacientemente, espera a que el venado llegue. Bajará a tomar agua o a por manzanas. Nadie persiga jamás al venado porque va a perder. Hay que esperar a que baje. Eso decía mi padre. Creo que eso aplica, también, con Salinas Pliego.

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