Todos (los Estados) mienten

Karolina Gilas

La mentira siempre ha sido parte de la política, pero nunca antes había sido tan sistemática y sofisticada como ahora. El reciente libro State-Sponsored Disinformation Around the Globe, editado por Martin Echeverría, Sara García Santamaría y Daniel C. Hallin, nos revela una realidad inquietante: los Estados –mediante los gobiernos– se han convertido en las principales fábricas de desinformación.

No se trata ya de la vieja propaganda ni de las noticias falsas que circulan en redes sociales. Lo que enfrentamos es mucho más peligroso: campañas coordinadas desde el poder, que utilizan recursos públicos y la legitimidad del Estado para manipular sistemáticamente a la ciudadanía. Desde democracias consolidadas hasta regímenes autoritarios, los gobiernos han perfeccionado el arte de engañar a sus sociedades.

¿Por qué debería preocuparnos? Porque, a diferencia de otros actores que difunden mentiras, el Estado tiene recursos privilegiados y una autoridad única.

Cuando un gobierno miente lo hace con todo el peso de sus instituciones. Puede usar estadísticas oficiales manipuladas, medios públicos, voceros gubernamentales y hasta el sistema judicial para dar credibilidad a sus falsedades. Es como si el árbitro del partido decidiera hacer trampa: ¿quién lo va a sancionar?

En México y América Latina este fenómeno tiene características particulares. Como señala Grisel Salazar Rebolledo en uno de los capítulos del libro, en el sur global la desinformación estatal se entrelaza con problemas estructurales como la desigualdad y la debilidad institucional. No es lo mismo combatir la desinformación en las democracias consolidadas, donde hay instituciones sólidas y medios independientes fuertes, que en países donde los medios dependen en gran medida del dinero gubernamental y las instituciones son frágiles.

La pandemia por covid–19 nos dio una muestra clara de cómo opera esta maquinaria. Vimos gobiernos manipulando cifras de contagios y muertes, minimizando la gravedad de la crisis o exagerándola según su conveniencia política. Las comunicaciones gubernamentales se convirtieron en espacios de construcción de realidades alternativas, donde los datos se moldeaban para ajustarse a la narrativa oficial del momento…

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