¿Cómo enderezar el entuerto judicial?

Juan Manuel Asai

¿Cómo enderezar el entuerto de la Reforma Judicial? Es la pregunta que recorre la clase política y los organismos electorales. La aplanadora de Morena en el Congreso ya dijo que la reforma va, como sea, pero va. Los jaloneos al interior del oficialismo se multiplican. Ni siquiera entre las tres ministras de la Corte abiertamente morenistas se ponen de acuerdo, ya no digamos entre los jefes de las bancadas en el Senado y Diputados porque cada uno tiene su propia agenda y están tratando de quedar bien con el habitante de una finca en Palenque, Chiapas.

Los voceros del gobierno dicen que hacen todo esto porque así lo quiso el pueblo. Ya veremos que dice el pueblo cuando sepa que la elección de jueces y ministros le mochará por lo menos 13 mil millones de pesos al presupuesto 2025, el doble destinado para superar las emergencias en Guerrero y Oaxaca por el paso del huracán John, para un proyecto de justicia que comenzará a dar frutos en una década, cuando el Segundo Piso de la 4T ya repose en los libros de historia. No había un camino más corto y austero para mejorar la impartición de justicia. No lo había porque en realidad no estamos ante un operativo para mejorar la impartición de justicia sino para controlar políticamente al Poder Judicial, que es otra cosa y bueno la pregunta sigue ahí, ¿cómo enderezar el entuerto de la Reforma Judicial?

La reforma va, el pueblo al que tanto mencionan merece que salga bien.

El padre Marcelo

El asesinato del sacerdote tzotzil Marcelo Pérez en San Cristóbal de las Casas puede ser el impulso que el gobierno federal requería para intentar poner un freno, pero en serio, a las bandas criminales que se han apoderado de buena parte del territorio de ese estado y que han infiltrado para descomponerlas a muchas comunidades indígenas. En la entidad, se advirtió una y otra vez, proliferan los grupos armados que deambulan por caminos, brechas y selvas sin ningún recato.

La mayoría de esos grupos están formados por indígenas que dejaron las labores del campo para sumarse a la delincuencia, pero no solo indígenas mexicanos, sino también guatemaltecos que cruzaron la frontera para tomar las armas. El tema tiene implicaciones internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya había pedido medidas cautelares para el sacerdote. No se olvida que hace casi una década el padre Marcelo encabezó una caminata por varios municipios para denunciar la penetración de los grupos criminales, muchos de ellos células pequeñas de carteles grandes, como los de Sinaloa y Jalisco.

El activismo del padre que le costó la vida se realizaba en municipios vecinos a las comunidades zapatistas allá en Chenalhó y Simojovel. Los zapatistas y las bandas delictivas ya están frente a frente y un estallido de violencia de grandes dimensiones es cada vez más posible. El gobierno estatal que se va es un cero a la izquierda y el nuevo todavía tardará en llegar, conformando un impasse francamente peligroso. Las bases zapatistas tienen escopetas viejas y las bandas criminales fusiles de asalto. Será un enfrentamiento disparejo que el Estado mexicano tiene la obligación de evitar.

Glifos

Es momento de que la comunidad turística del país, los empresarios del sector y los secretarios de Turismo de las entidades federativas hagan un llamado para blindar a Mazatlán, joya turística de la entidad, que ya comienza a contagiarse de la violencia que azota Culiacán desde hace semanas.

El turismo es una actividad muy sensible a os episodios de violencia y a Mazatlán le costó mucho trabajo volver al circuito de los Cruceros, pero también de los yates de pescadores norteamericanos que dejan una derrama importante. Que Mazatlán no se sea parte de la guerra entre los Chapitos y los Mayos.

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