La fractura del techo de cristal
Rafael Cardona
Apartir de la victoria electoral de la doctora Claudia Sheinbaum. P., quien desde ya tiene asegurado un sitio perdurable en la lista presidencial, como presidenta (con A, según nos ha pedido), escucharemos con mucha frecuencia –como justificante, venga o no a cuenta de cualquier circunstancia– la frase “ha roto el techo de cristal”. Ha partido el obstáculo.
No es una ocasión novedosa, aunque será reiterativa idea sexenal.
Cuando Norma Piña, todavía presidenta del Tribunal Constitucional conocido en México como Suprema Corte de Justicia llegó al cargo, también se refirió en términos de celebración y jubilosa conquista a los trocitos del cristalino tejado.
Estos dos párrafos del año 2023 se deben tomar como un antecedente importante en la lucha femenina. No digo la lucha feminista, sea el feminismo silencioso o hembrismo alharaquiento. No. Leamos.
“…La representación que se me encomienda tiene una doble dimensión, una doble responsabilidad, los representa a ustedes ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, consejeras y consejeros de la Judicatura Federal, al mismo tiempo, al ser la primera mujer que preside este Máximo Tribunal, represento también a las mujeres, en nuestro nombre les agradezco la congruencia a mis compañeras y compañeros, reconozco la importantísima determinación de la mayoría de este Tribunal Pleno, de romper lo que parecía, un inaccesible techo de cristal, me siento acompañada, respalda, acuerpada por todas ellas, por todas nosotras.
“Me siento muy fuerte porque sé que estamos todas aquí, nos colocamos por primera vez al centro de la herradura de este Tribunal Pleno demostrando y demostrándonos que sí podemos. “Agradezco a las que siempre han creído, a las que no se han cansado de intentar cambios que poco a poco arrinconan nuestra cultura patriarcal, honro en este momento, a las que ya no están. Trabajaremos, nos esforzaremos todos los días por una sociedad más justa, más igualitaria, sin violencia contra las mujeres -ese un anhelo- que no les quepa duda….”
Poco tiempo después otra mujer –llegamos todas, dijo CSP–, ocuparía la presidencia de otro de los Poderes de la Unión: el Ejecutivo. Cuando la doctora Sheinbaum confirmó su triunfo electoral, la presidenta del Tribunal Electoral, Monica Soto, usó de nuevo la metáfora vidriosa:
“…“Me dirijo con profundo patriotismo a la nación mexicana, sabedora de que este acto quedará registrado en la historia de la democracia mexicana para decirles: México ha roto el techo de cristal, con esta sesión…”
“La magistrada electoral remarcó que Sheinbaum es la “primera mujer en asumir el mandato supremo de la república, después de 200 años y 65 hombres en el cargo…”
“México avanzó y eligió a su primera presidenta”.
–¿Pero de dónde viene esa expresión? ¿Por qué lo del cristal?
“… A partir de los años ochenta numerosos estudios realizados desde las diversas Ciencias Sociales intentan dar respuesta a la pregunta de por qué las mujeres se encuentran infrarrepresentadas en los puestos de poder y toma de decisiones, utilizando el término “techo de cristal” (“glass ceiling”)* en alusión metafórica a las barreras transparentes que impiden a muchas mujeres con elevada calificación acceder y promocionar en las esferas del poder económico, político y cultural.
“Existe consenso sobre los principales pilares que lo sustentan a través de dos categorías de análisis: explicaciones basadas en factores personales internos (que toman como punto de partida la influencia de la socialización en el desarrollo de características diferenciales entre hombres y mujeres).
Y, explicaciones basadas en factores sociales externos (consecuencias derivadas de la cultura patriarcal, creadora de relaciones de poder asimétricas entre hombres y mujeres en base al establecimiento de roles de género diferenciales y complementarios). (Maite Sarrió)”.
Otras analistas, como Cristianne Loranca Rodríguez, psicóloga de la UNAM, afirman: “…se dice que en México, más que un techo de cristal, existe un techo de hierro porque las características propias de la cultura mexicana dificultan aún más la situación”.
*(Segerman‐Peck, 1991; Powell, 1991; Davison y Cooper, 1992)