¿Brindar por López-Gatell?
Verónica Malo Guzmán
Se casó Hugo López-Gatell en segundas nupcias. No provocó la ira de Palacio, pues no fue una boda ‘fifí’… Mas eso no es lo grave. Lo terrible es que tampoco la generó el que el galeno haya sido el responsable de implementar una de las peores estrategias del mundo para enfrentar el Covid. El doctor López-Gatell cumplió a la perfección el viejo adagio: “los médicos entierran a sus errores”…
Y eso que hay de errores a horrores. Los de él: México disputó el primer lugar en muertes por el virus. Fue el país que dejó el mayor número de niños huérfanos producto de la pandemia y el mayor número de decesos entre trabajadores de la salud (doctores, enfermeras, laboratoristas, camilleros, técnicos, etcétera). Eso es atribuible a quien fuera nombrado por López Obrador ‘zar anti-covid’.
Un galeno que prefirió la zalamería a la ciencia; que inventó dichos como “la fuerza del presidente es moral, no de contagio” (y así, con esa fuerza moral, López Obrador se contagió…).
Yo nunca olvidaré el papel que tuvo en esa desgracia, y mientras viva no cejaré en exigir que el ex subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud pague por sus crímenes de lesa humanidad. Por supuesto, si los próximos jueces electos afines a la 4T no se atreven, deberá ser juzgado, entonces, en La Haya.
El doctor que recitaba en Palacio, cual moderno Nerón, mientras los médicos no recibían los insumos necesarios para su autocuidado, no merece la dicha. No señor.
Lo pondré de esta manera: le deseo un infierno como el de quienes, escuchándolo, no se desplazaron de inmediato a los hospitales y que, cuando finalmente llegaron a estos, fue solo para mal morir.
Le deseo una desdicha eterna como la de todos aquellos que, por cuestiones de mala prevención y promoción a la salud durante este sexenio, no se pudieron despedir de sus familiares y murieron solos.
Le deseo el mismo desamparo que vivió el personal médico de hospitales privados a quienes se les negó en tiempo y forma la primera dosis de vacuna contra el coronavirus, porque así lo decidió él, López-Gatell.
Le deseo el sufrimiento de quienes nunca recibieron un tratamiento, una medicina, un servicio y perdieron la vida debido a las carencias de salud pública.
Le deseo la frustración de los miles de médico(a)s y de enfermer(a)s que estos casi seis años no han podido hacer más por los pacientes por falta de equipo adecuado.
Le deseo la misma celeridad en todo lo que quiera y todo lo que se proponga que tomaron en estar listas las vacunas “Patria”. Y su misma funcionalidad… que es ninguna.
Le deseo algo peor que las diez plagas de Egipto (Éxodo; 7-12). Bueno, no, no le deseo la décima maldición (la plaga de la muerte de primogénitos), porque ningún padre merece que su hijo muera, particularmente si es por culpa de un galeno incompetente como ha demostrado ser él.
De esas plagas que sufra en su persona la de las ranas, piojos, moscas, langostas y úlceras; que viva el sufrimiento constante que atormentó —y sigue atormentando— a tantos enfermos sin atención, a sus familiares, a quienes no pudieron ni pueden ser atendidos por falta de cuartos, de personal médico, de camas, de presupuesto, de directrices, ¡de sentido común!
Que la plaga del granizo trunque todos sus sueños e ilusiones, como su desidia destrozó el futuro de cientos de miles de mexicanos.
Y sí, que la plaga de la oscuridad con el oprobio de nuestro pueblo y de la historia le señale eternamente como la persona que teniendo la manera y la responsabilidad de cuidar de una nación en uno de los momentos más oscuros de la humanidad, prefirió ser un narciso, un payaso y un pelele.
Así que no brindo por la felicidad de López-Gatell. Puedo brindar a la memoria de los que no debieron morir, a su recuerdo. Brindo por quienes no olvidan, por quienes sobrevivieron, brindo por el personal de salud (pública y privada), por quienes estos seis años han arriesgado su vida cuando no tendrían por qué hacerlo bajo miserables condiciones.
Brindo para que la vida, la ley y/o el karma le regresen todo el mal que ha hecho. Porque ningún castigo será suficiente para quien, por su soberbia, permitió que tantos miles de mexicanos padecieran.