El no solicitado rechazo a la traición

Rafael Cardona

Mientras se acerca la fecha de trasladar el poder, el presidente de la República –el ilustre Andrés Manuel L.O.– no pierde ocasión de recordarnos cómo las circunstancias de dicha transición se le deben a él y a nadie más y cómo ese trenzado y ese tejido de los hilos de la política le permiten no sólo influir sino también determinar rumbos, decidir métodos, plazos y circunstancias previos al ingreso de la señora Sheinbaum al despacho ejecutivo.

Y en magistral juego de espejos, en el arte mayor de disimular el discurso envolviéndolo en capas de azúcar, sencillez, modestia y hasta una aparente debilidad física y una serenidad intelectual como de retiro espiritual,  el gran líder demuestra su fuerza y la trascendencia de sus empeños, no sólo con ocho giras conjuntas –la de Veracruz fue la octava–, en las cuales instruye, educa, enseña y le marca rumbos a su sucesora de quien recibe a cambio una prolongada promesa de gratitud y fidelidad.

No sé si alguien lo recuerde o si ella lo haya pronunciado antes esa palabra, la sulfurosa y terrible palabra, pero no la había escuchado tal cual, como promesa casi de vida, de sus labios:

“…venimos aquí a Veracruz, al sur de Veracruz a decirles que no vamos a traicionar, que vamos a seguir con el legado del mejor presidente de México, de Andrés Manuel López Obrador, que no va a haber marcha atrás, que no va a haber traiciones (¿y quien ha dicho lo contrario?) , que vamos a seguir caminando con el pueblo de Veracruz y con el pueblo de México…”

Todo un caso en el anecdotario nacional del juego político. Y no digo de la historia política, pues todas estas expresiones y maniobras no caen aún en el calmado tiempo necesario para ser verdaderos elementos históricos.

Pero como si estos recorridos por México fueran el escenario de un olímpico torneo de adulaciones mutuas, bajo las cuales se esconden mensajes y advertencias, el señor presidente habla de su sucesora y la describe como un ser perfecto sin deficiencias de carácter o comportamiento.

Para quien no lo sepa, todo esto es la señora:

“Me tiene también muy contento —ayer lo dije y lo voy a seguir repitiendo— el que voy a entregar la banda presidencial a una mujer extraordinaria (ya la anda diría más tarde), con principios, con ideales…la presidenta es doctora en ingeniería, la presidenta de México, el máximo grado; preparada,  con experiencia, con experiencia, incorruptible, de las que prefieren dejarles pobreza a los hijos, pero no deshonra.

“Entonces, honesta.

“Y algo que es muy importante: es una mujer con buenos sentimientos, que le tiene amor al pueblo, y eso es lo más importante de todo, tenerle amor al pueblo. Por eso estoy muy contento.

“Ya hasta quisiera yo que fuera el día de entregarle la banda. No hay ningún problema pendiente, no hay, afortunadamente, nada que temer, van muy bien las cosas

“…No pudo ser mejor, o sea, es lo mejor que nos pudo pasar en estos tiempos…”

En esas condiciones la vida será un viaje sobre aguas calmas. Todo está bien, no hay ningún problema pendiente. Si queda, como parte del legado, una cifra de 200 mil cadáveres en las calles, no significa nada. No es un problema la inseguridad. Si la salud o la educación son un desastre, tampoco es un asunto grave.

“Van muy bien las cosas”.

Y si el señor presidente lo dice y la futura presidenta de México –la primera de muchas mujeres en el cargo,con toda seguridad–, lo comparte, pues no debemos temer el futuro.

El porvenir ya no es una promesa de felicidad, es una certeza de dicha.

Sólo nos queda decir, alabado el altísimo cuya enorme bondad nos entregó para conducir la patria a estas dos singulares personas excepcionales.

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