Momento de hacer cuentas
Gabriel Reyes Orona
A todas luces es claro que los mercados financieros no eligen, ni mucho menos intervienen en los procesos que fijan y marcan el derrotero político de la nación. Simplemente adoptan la postura que más conviene a sus intereses. Por primera vez, debo estar de acuerdo en que los que tienen el timón de las finanzas públicas no son iguales a los de antes. Éstos, habrían establecido un grupo de seguimiento de reacción oportuna, que operara desde las primeras horas del día siguiente a las elecciones.
Es más que evidente que a los que tienen el mando los tomó por sorpresa. Tanto el mercado cambiario, como el bursátil, operaron en absoluta libertad el pasado lunes, dando cabal cuenta de lo que opinan respecto del plan C; del déficit fiscal, y de los inminentes recortes al gasto público federal el próximo año.
Por supuesto, los números del miércoles y jueves ya reflejan los efectos de las acciones de remediación que, de manera atropellada y opaca, tomaron el Banco de México y la banca de desarrollo, interviniendo el mercado, claro, sin admitir su directa intromisión. Todo se mantendrá en el entorno de un tardío window dressing. La candidata ganadora y su más cercano equipo no conocen de estos temas, por lo que es evidente quedaron tan sorprendidos como los encargados de las finanzas públicas. Sin embargo, este incidente será una primera llamada, en lo que a medidas de prevención y corrección en los mercados se refiere.
Hace algunas semanas anticipamos que la invitación al actual secretario en el cargo era una de las medidas que tendría que valorar la candidata ganadora, pero ahora, aprovechamos para decirle que ninguno de los que le acompañan en esa tarea había vivido una transición, por lo que era de esperar cometieran este primer error. También es bueno que sepa que alimentar la especulación, permitiendo que salgan a colmar sin planeación el mercado, puede generar un círculo vicioso en el que le compren divisas baratas para venderlas más caras inmediatamente. Darán parque a quien se quiera aprovechar de ella.
Los neoliberales que tienen operando para ellos están más entretenidos haciendo negocios que cuidando la retaguardia. Lo del lunes era de kínder. Puede irles anotando el primer error. Es cierto que la cancillería lució negociando llamadas con gobiernos de países a los que ni les va, ni les viene el resultado, ni les mueve saber quién se sentará en la silla, ellos negociarán con quien llegue, sin que haga diferencia el signo partidario al que represente. Cubrió la acción de la canciller un espectro de apoyadores que ingenuamente creen que esa validación internacional tiene un sustrato real y efectivo, o que marcará los términos en que operará la relación comercial internacional, cuando, en realidad, se trata de una mera cortesía, sin costo, que brinda la diplomacia internacional, traficando generosamente cinco minutos del jefe de Estado, quien, tarde o temprano, a la menor provocación, se cobrará en la misma especie.
El titular de las finanzas públicas cometió un segundo error, al no establecer prioridades y círculos preferentes de atención el martes, cuando hizo una invitación generalizada que no pudo, pero tampoco convenía llevar a cabo. Sigue apoyado por los financieros de Peña Nieto, quienes, en su momento, disfrutaron de una maquinaria que se operaba con los ojos cerrados, la cual, hasta Videgaray, podía hacer funcionar. Saben mucho de contratar banqueros de inversión y de hacer llamadas en conferencia con sus compañeros de estudios en las grandes universidades del mundo, pero poco, o nada, saben de inquietudes en los mercados.
Jamás sabremos cuánto costó el cierre del tipo de cambio del miércoles, pero lo que sí sabemos es que no es el natural regreso del nivel a consecuencia del retorno de la confianza. Se trata de la primera rasurada que le ponen a los hacendarios, de las muchas que habrá a lo largo del verano.
No faltarán analistas que, desde la barrera o desde fuera del cuadrilátero, den mil opiniones, pero en realidad, a la ungida le conviene escuchar a los que ya han vivido los avatares de no llegar con el apoyo de los capitales. Es evidente que ha pactado con los “acreditados comunicadores” de la fuente para que le apoyen, y que, al unísono, coreen un llamado al orden. La propuesta para sumarse a los esfuerzos del nuevo gobierno será recibida con beneplácito, pensando que puede ser el origen o fuente de una nueva y venturosa relación, como la que tenían antes del 18.
No lo sabe, pero es urgente que comience a valorar y ponderar las acciones de quienes dejaron de ser porristas y ahora deben comportarse como funcionarios. Esto es, debe comenzar a asignar responsabilidades puntuales, que le permitan aprobar o reprobar la actuación de aquellos que pensaron que la cruzada terminó el 2 de junio, cuando en realidad ese día fue cuando comenzó.
Tampoco puede equivocarse midiendo la situación por quienes ayer vociferaban y hoy convocan a la unidad y la concordia, e incluso, invitan a no escatimarle o negarle el avasallador triunfo. Todos esos comunicadores, que en realidad son simples voceros, y que, en muchos casos no pasan de lectores de tarjetas proyectadas en un prompter, no son sino ligeras veletas que se mueven al tirón de un cordel. Sí, todos esos que hace no más de una semana reventaban escándalos; reproducían grabaciones de los allegados al régimen, y que hacían garras la investidura un día sí, y el otro también, tienen dueño, y ellos, al igual que los banqueros y dueños de empresas que cotizan en bolsa, son tan sensibles como sus inversiones ante la más mínima inestabilidad. Ellos pueden aceptar cualquier resultado electoral, pero no que sus activos financieros resientan pérdida de valor ante cuestionamientos comiciales.
Quienes tiran de los cordeles que controlan a los otrora acres críticos del régimen no van a permitir que un conflicto postelectoral haga pedazos el valor de sus acciones. Sus convicciones son tan acomodaticias como quienes ponen la cara en nombre de ellos en pantalla. Pero bueno, no son esos títeres del vaivén político los que fijaran el rumbo del país, ni los que harán que los capitales no emigren.
Lo real es que no hay dinero para cubrir, en sus términos, los programas sociales y todos los “gastos asociados” a ellos. La deuda pública ya tocó un nivel preocupante, dado que no se paga con el cacareado porcentaje que represente del PIB, sino con el dinero contante y sonante que haya en caja, y de ese, hay bien poco. Es realmente iluso, y hasta ternura provoca, que el Secretario de Hacienda salga a ofrecer responsabilidad, cuando los puntales que definirán el próximo presupuesto de egresos federal tienen todo, menos eso. Verá, poco a poco, que eso del reconocimiento que pensaba tener, no era otra cosa sino la capacidad de regalar dinero a manos llenas vía rendimientos.
El margen de maniobra es limitadísimo. El área de error muy amplia. Hace seis años hubo quien vaticinó que la llegada el tabasqueño provocaría inquietudes en los mercados, pero no contaron con que el presidente saliente adoptó inmediatamente el cargo de vicepresidente y puso los muy vastos recursos, acumulados por décadas, a su servicio. El torrente de remesas surtió el flujo que cubrió las más ingentes necesidades de la población de bajos ingresos, por lo que, bien pronto, tomó el lugar de ser el principal ingreso nacional, al tiempo de permitir dar origen lícito a cientos de miles de millones de dólares que no encontraban cobijo.
Hoy, el sostén no podrá ser verbal, todo tendrá un precio. Veremos a los especuladores haciendo lo que mejor saben hacer, en la inteligencia de que la tesorería se desfondó y la banca central está quebrada. Si caen o no en la tentación de cambiar activos de reserva internacional por pagarés de hielo, nadie lo sabrá, pero todo tiene un límite. Hoy por hoy, no lo sabe, pero la primera damnificada de una artificial supermayoría en las Cámaras será quien se siente en la silla presidencial.