Apuntes de una transición 4.- Ebrard, ¿contra AMLO y Juanito de X.?
Carlos Ramírez
Después de haber aceptado las reglas originales que planteó el presidente López Obrador para escoger al candidato presidencial de Morena a través de una encuesta y ante las evidencias de que todos los sondeos colocan al frente a Claudia Sheinbaum Pardo, Marcelo Ebrard Casaubón está tardando en asumir una decisión estratégica en tres puntos clave:
1.- Salirse de Morena para competir por otro partido u otra coalición o como ciudadano en una tercera candidatura presidencial.
2.- Convertirse en el candidato Juanito de la coalición PRIANREDE que comanda el empresario ultraderechista Claudio X. González con financiamiento de Estados Unidos.
3.- Buscar un acuerdo en modo Manuel Camacho Solís-Luis Donaldo Colosio para emprender una gran reforma democrática en el sexenio de Claudia Sheinbaum.
El principal enemigo de Ebrard pudiera ser el propio Ebrard, como se perfila en el libro Un presidente en espera de Alejandro Páez Varela (Planeta, 2011), donde se cuentan las tribulaciones del hoy canciller en la disputa por la candidatura presidencial del PRD Chuchista para las elecciones del 2012, sobre todo porque el grupo Nueva Izquierda de Jesús Ortega Martínez había tomado el control del PRD y estaban empujando a Ebrard para desbarrancar las expectativas de López Obrador como candidato perredista.
Fueron momentos de tensión y el libro recuerda uno de ellos: “en pocas palabras, lo que queremos saber es si no nos estás haciendo pendejos, Marcelo, se sinceraron ante Ebrard el sábado 11 de junio los integrantes de Nueva Izquierda. Enfrentados con López Obrador, la cúpula de Los Chuchos quiere abrazar a Marcelo, pero no desean que los vaya a dejar colgados” y sacar a López Obrador del PRD.
En aquel entonces, mientras López Obrador se presentaba como un candidato de izquierda, Ebrard seguía navegando en las indefiniciones ideológicas y asumiendo un modelo burocrático de pragmatismo y eficacia, incluyendo decisiones de libertad sexual que eran bandera de la izquierda, pero aplicados más bien en función de la practicidad de la salud pública. Miembros del grupo de Ebrard resumieron su perfil: una posición liberal de avanzada, con altas dosis de modernidad, como una presencia superior del Estado, pero en función de necesidades y no de un principio hegemónico.
La clave de la candidatura del PRD en el 2012 estuvo determinada por la existencia de un pacto entre Ebrard y López Obrador, pero a partir ya de la asunción propia de Ebrard como un precandidato con capacidad para disputarle liderazgo a un López Obrador que estaba allá avanzando a la construcción de su propio partido, incluyendo aquella frase de López Obrador en junio de 2011 diciendo que “la mafia (del poder) no vería mal la candidatura de Ebrard”.
Si se consolidan las reglas definidas por López Obrador en junio de 2021 y aceptadas por todos los precandidatos en modo de corcholatas, entonces Ebrard no tendrá más camino que ajustarse a las encuestas; pero como todos los indicios revelan en encuestas disímbolas la ventaja de Sheinbaum, inclusive de medios que son adversarios del presidente de la República, entonces Ebrard se sacó de la manga la propuesta de renunciar a los cargos, de impedir que corrientes morenistas anticipen sus simpatías y manejar la hipótesis de que la jefa de gobierno de CDMX es la candidata preferida de López Obrador, aunque más como fardo que como señal de continuidad de un proyecto.
Lo que ha quedado claro en estos meses de precampaña es que Morena es el aparato político del presidente López Obrador para el proyecto de continuidad de la 4T y Ebrard y Ricardo Monreal Avila son corcholatas que quieren ser candidatos de Morena como registro, pero construir una propuesta de campaña más allá de López Obrador, Morena y la 4T e inclusive contra el presidente saliente.
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