Anaya, el circense. Monreal, el taciturno
Marcos Marín Amezcua
Parece que el verano va de temporada circense, y otra vez sobretodo Anaya, ya sabe, que nos sale un día sí y otro también montando su circo, evasivo de sus responsabilidades, con ocurrencias que sobrepasan a las anteriores, unas ganas de vivir en un infinito ridículo y en resumen, mostrando su falaz carencia de liderazgo, su falta de seriedad y de compromiso. Da pena. Un verdadero líder –ya es mucho decir opositor, supuestamente presidenciable o supuesta opción de ardidos– no se fuga de un país dejando tras de sí la duda de su inocencia, porque la presunción de inocencia no se alimenta con escapatorias ni refunfuños ni mucho menos. Y no es tan automática. No es estirable.
Que lo sepan sus seguidores: las acciones de Anaya –de sus videos tremendistas pisando el ridículo a fugarse– no son signo de empoderamiento, liderazgo e inteligencia. Son una franca invitación a dejarlo de lado y seguir adelante. A no darle ni un voto. No queda duda alguna. Ya embarró el nombre del PAN. Lo demás ya es lo de menos. Ya en la campaña de 2018 salía tocando la flauta como buscando un lugar en la Filarmónica y no la Presidencia. Ahora sale con sus circos ¿qué querrá? ya llevamos meses oyéndole tontera y media. No, no hay obligación de aplaudírsela.
Parece mentira pero no, el circense espectáculo de Anaya rebasa la ridiculez de su campaña de “anayamiento” de morada, que nadie puede pasar por seria, aplaudiéndola si hace un análisis serio. Y desde luego que dejarse crecer el cabello para no parecer más un rapado no abona a disminuir sus desaciertos. Es evidenciador que Anaya va trastabillando y se supera a sí mismo en la torpeza de transitar perseguido por la Justicia. No acaba de aprender lo elemental: ningún candidato a presidente gana con sombras de duda sobre su legal proceder. Ningún candidato a la presidencia gana, victimizándose. Nada más lejos de ser ciudadanos tontos que se traguen semejante circo. Sus seguidores son otra cosa, claro.
En vez de oírle propuestas para salir adelante –evidenciando que carece de tales, que no se le conocen méritos y que desconoce este país y fugado, menos lo conocerá– en cambio nos muestra su talante, su sobrada soberbia que nada ayuda ya no digamos a su imagen, que de esa no come México, sino a acrecentar a México y nos confirma su berrinche y sus niñerías con su incapacidad para alcanzar a ser un gobernante a futuro en calidad de serio y comprometido. No darle voto, a eso nos invita su circo. El circo que se monta para evadir responsabilidades no ayuda al PAN. El PAN se enloda con el nombre Anaya. Nunca a los electores les agrada un nombre bajo sospechas. El PAN se enlodó ya apoyando a Cabeza de Vaca y ya tropezó también con Anaya, quien demuestra que más que ser capaz de proponer y ser un responsable opositor, se muestra receptivo a cometer los mismos errores como el de López Obrador en 2006 confrontándose estéril con un presidente que sigue siendo popular y que tiene mucho más méritos que Anaya en trayectoria y ejercicio. Mala estrategia. Lo normal en Anaya.
Aunque venda decirlo no basta aseverar que la mano de López yace tras del proceder de la Fiscalía. Solo por decirlo sin probarlo. No sorprende que el abogado Anaya vaya y lance la gracejada de que es “la fiscalía de López Obrador”. ¿Es tonto o va de engañabobos? ¿si sabe que hay que estudiar siempre para actualizarse? ¿La compró el tabasqueño? ¿se la agenció? Por favor, por favor, por favor. Ya es el colmo de la frivolidad con la que se conduce el sujeto. Ya tuvimos para frivolidades a Peña Nieto y seguimos pagándolo. No hacen falta las de Anaya. Y quien tenga pruebas de contubernio que las muestre. No basta decir “es obvio”. Eso es venderle humo al lector. Anaya no ha entendido que ser circense no le reditúa. Bueno, salvo para gente que alabe tanta pose y tanta alharaca que revelan ideas huecas, no propuestas. Y que su partido, el PAN, lo alcahuetee, se pone a su mismo nivel. Ni hablar, es la forma equivocada de construir candidatura. Lo que resulta intolerable es que Anaya en su soberbia infinita trate de idiotas a los ciudadanos. Resulta intolerable. La gente quiere propuestas, no su circo. ¿A quién quiere impresionar?
Otro Ricardo, Monreal, va de taciturno. Sabedores de la parsimonia cuando toca, del aletargamiento en el habla cuando quiere que su fraseo se escuche bien y pretendiendo así pasar por político civilizado y respetuoso de la ley, sabe su juego.
No es trascendente si rompió o no con López. La lectura es muy diferente. Jamás han sido amigos ni siquiera cómplices. Porque López y Monreal van cada cual a su juego y saben su juego y cada cual lo juega a su modo. Cierto, Monreal quiere ser presidente pero carece de los arrojos y la trayectoria de López. Pueda ser que le gane en capacidades pero el carisma no lo tiene. Ni hablar. Lo que le resta es buscar la presidencia y eso sí, no parece que contará con el apoyo de López y eso cuenta mucho para las decisiones futuras del senador. Malo será si sale o gana siendo el bueno, porque López se habría equivocado y su proyecto de por sí comprometido a sí mismo (López) quien sabe si sobreviviría. Pero falta tanto para eso que no merece la pena elaborar un tratado de Monreología para explicar su futuro, y así venderle humo a los lectores.
Mejor vamos poniendo los puntos sobre las íes. Es intrascendente si López no lo mencionó en los presidenciables. El que quiere, la busca y así ha sido siempre. Y hasta llegan a presidentes. Así que es intrascendente que no lo mencionaron. Eso sí ¿puede romper con Morena si no le dan la candidatura? Sí. Los aspirantes de Morena pueden tener sus defectos y sus virtudes y sus carencias. A Monreal le falta carisma y empatía con amplios sectores. No es que no le gire, pero le falta permearlos y no vende grandes logros. Es tan gris como Del Mazo pero a diferencia de tal, sí tiene cabeza. A diferencia de Anaya, quien jamás en su vida ha ganado una elección directa, es cosa muy distinta en Monreal. Cosas de sobrevalorar a Anaya, dicho sea de paso. Porque Anaya es como Rommel Pacheco, creen que da para más y no. Monreal tiene sí, seguidores, operadores políticos, pero otra cosa es que le alcancen para el país y si López no quiere….Sería el colmo, sí, que la oposición lo acogiera.
Monreal hila fino, mecate, incluso. Por eso no escapa la forma de retardar la ley de revocación de mandato. Ese alargamiento, con tal votación a efectuarse en la siguiente primavera, que no es sencillo saber si retrasarlo afectará más a Monreal que a López, que sabe que requiere de Monreal para materializar esa consulta de revocación de mandato. Si López la libra, teóricamente no se reelegirá. Si la pierde, se va un factótum. Y ¡ojo!: la Constitución no prevé fecha de salida en caso de perder la consulta. Y ya llegó al Senado Olga Sánchez Cordero. Presida o no, vigilará al pazguato de Monreal. Que no se haga tonto retrasando o entorpeciendo el proceso en pro de la referida ley.
En ese sentido, el senador que acepta a regañadientes la senaduría y no está en el gabinete para proyectarse a lo priista cual logrero desde esa posición, podría jugar de fiel de la balanza para trucarla siendo una ley cual ariete contra López Obrador y muy favorable para sacarlo y no ser factótum en la medida que lo pudiera ser. ¿López Obrador es factótum en la sucesión presidencial? Sí, como lo fueron todos sus antecesores, por muy panistas, incluso, que alardearan serlo. Mientras Monreal alaba a López en sus primeros 1000 días mostrando más institucionalidad que esperanza de favoritismo, no implica su beneplácito ni ser elegido o que asuma no ser elegirlo, no impulsándolo y no, eso no implica sumisión y mucho menos inacción. No va con Monreal. De eso a que gane la presidencia, hay un largo trecho. Y a los dos Ricardos preguntarles: ¿y por qué el elector debe darles el voto?
Y a todo esto ¿el PRI? el PRI es un chiste mal contado.
Post scríptum: el revelo en Gobernación era menester. Si este gobierno no necesita que el país se le vaya de las manos, no puede seguir experimentando. Por otra parte, el que llega pues ya veremos. Y sin duda, es un puesto muy desgastante, venadeado, un ministro del Interior rara vez dura un sexenio. Tendría que haber o represión o no suceder nada, como para que permaneciera en su puesto, incólume.