Chavización de INE con Córdova; cuarto poder electoral autónomo

Ante la propuesta de una reforma electoral realizada por un partido político a través del canal institucional de debate legislativo con la oposición, el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova Vianello, ha emprendido una campaña mediática para meter a funcionarios de ese organismo en un debate que solo le corresponde a los partidos políticos registrados.

La intención de Córdova no es muy oculta: pretende convertir el INE en un cuarto poder electoral autónomo, exactamente igual al que creó Hugo Chávez en la Constitución venezolana. Bajo la batuta del cacique electoral José Woldenberg, Córdova y los barones y baronesas del INE y están tratando de crear un espacio de debate a la reforma electoral fuera del Congreso, pero sin que exista un interés social por participar en la reorganización. En todo caso, el activismo de Córdova ha convertido a los partidos de oposición en peones del juego de tronos políticos.

La gran oportunidad que tiene la estructura electoral con la iniciativa de reforma de Morena y el presidente López Obrador estaría en la creación de un organismo autónomo del presidente de la República y de los partidos, con ahorros en el despilfarro electoral que financian burocracias partidistas y con consejeros electorales que no sean designados en intercambio de favores entre los partidos.

La propuesta presidencial de reforma electoral rompe el modelo salinista de 1990 de un Instituto Electoral manejado a trasmano por partidos y Gobierno vía consejeros electorales votados en la Cámara: los presidentes del IFE de 1990 a 1996 fueron los secretarios de Gobernación en turno con el control de los directores generales y sobre todo los secretarios ejecutivos. Y todos los consejeros electorales de 1994 a la fecha han respondido a intereses partidistas, gubernamentales o de bloques políticos. Como factor de continuidad, Córdova fue asesor del primer consejero presidente del IFE, José Woldenberg, lo que señala la existencia de un grupo político de interés que ha vivido de los recursos del Instituto.

La reorganización del sistema electoral enfrenta entonces tres grandes propuestas: la presidencial que enfatiza el ahorro electoral y la disminución de la burocracia del Instituto, la de la oposición que no difiere de la gubernamental y se centra en mecanismos ajenos a la organización de elecciones que tienen que ver más con candidaturas partidistas y la de Córdova que quiere solo mantener el control caciquil del grupo Woldenberg en el Instituto para seguir beneficiándose de los recursos públicos de esa burocracia.

Ninguna de las tres grandes propuestas modifica la estructura electoral de la democracia, aunque las tres están enfocadas a disminuir, ampliar o mantener la burocracia electoral que a tergiversado las funciones de respeto al voto. La clave de la reforma debe centrarse en la liquidación de la actual estructura del INE y la creación de un nuevo Instituto Electoral que rompa el dominio autoritario del secretario ejecutivo como guardián de la burocracia electoral una vez que Córdova y Ciro Murayama Rendón abandonen el INE por terminar su periodo legal.

El único comportamiento autoritario en torno a la reforma electoral se localiza en la oposición y el redescubrimiento del modelo político que puede ser caracterizado como la dictadura de las minorías, es decir, la existencia de un bloque de poder que impida mayorías calificadas para reformas constitucionales, aunque esa oposición minoritaria tampoco pueda lograr los votos para modificar la Constitución.

La dictadura de las minorías ha metido al país en un bloqueo político-legislativo que, junto con las posiciones dogmáticas de Córdoba en el INE, sí están generando obstáculos al desarrollo democrático del país. Sin una reforma del Instituto Electoral, la batalla después de la salida de Córdova y Murayama se centrará en la desarticulación del poder político burocrático del secretario ejecutivo que fue nombrado a través de trampas legaloides para extender su poder y presencia hasta 2026 y construir un reinado burocrático de 18 años, violando todas las reglas de la verdadera democracia.

Se logre o no la reforma electoral, la salida de Córdova y Murayama el próximo año debe también liquidar la presencia de Edmundo Jacobo como secretario ejecutivo del Instituto.

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