La intervención histórica del Dr. Kershenovich

Alejandro Calvillo

El 26 de mayo, en la conferencia mañanera de la Presidenta Claudia Sheinbaum, en su intervención, el Dr. Kershenovich, como Secretario de Salud, señaló lo que nunca antes desde ese cargo se había dicho tan claramente, lo que nunca antes desde ese cargo se había señalado como una causa central del mayor problema de salud pública que vivimos.

Veamos sus señalamientos y vayamos un poco más allá: saquemos conclusiones evidentes de sus afirmaciones y planteemos las conclusiones a las que nos deben llevar.

A partir del diagnóstico levantado en las escuelas de educación básica, informó que el 39 por ciento de las niñas y niños presentan sobrepeso u obesidad y, por otro lado, que el 59 por ciento tienen caries dental. Dio el dato de que el 38 por ciento presentan diabetes y después corrigió, señalando que se refería a problemas de vista. Sin embargo, no estaba -como veremos- lejos del dato de síndrome metabólico en niñas y niños con obesidad, como veremos a continuación.

El Dr. Kershenovich puso el foco, como causante central de estas afecciones ya presentes en tan corta edad, en el alto consumo de azúcar, pero no en cualquier tipo de azúcar, sino en aquella que viene en forma de calorías vacías; es decir, no los azúcares de las frutas, sino el azúcar añadida en productos que no tienen ningún aporte nutricional.

Si consideramos cuál es la principal fuente de azúcar añadida, de calorías vacías, en niñas y niños de nuestro país, son las bebidas azucaradas: los refrescos. Más del 70 por ciento de los azúcares añadidos en nuestra dieta vienen de las bebidas azucaradas, y más del 70 por ciento de estas bebidas son de una marca: Coca-Cola.

Otro aspecto muy importante, tal vez el más importante, fue su señalamiento del carácter adictivo del azúcar. Cito: “El azúcar activa la liberación de dopamina en el cerebro, generando adicción… El consumo frecuente refuerza el deseo de consumir estos alimentos… se necesita consumir más cantidad para obtener la misma sensación de placer inicial, ya que aumenta la tolerancia… causa pérdida del control”.

El Dr. Kershenovich señaló que la publicidad y otros elementos externos “pueden desencadenar el deseo de comer sin hambre”. Podemos añadir: de beber sin sed. Añadió el cambio que esto provoca en la microbiota y su relación con el cerebro.

Quienes han seguido esta columna recordarán la colaboración que titulé “La DrogaCola: por qué somos adictos a la Coca-Cola” (https://www.youtube.com/watch?v=uYaLR8UdhyA ), que generó una reacción extraordinaria en dos aspectos: más de 600 mil visualizaciones y 1,600 comentarios, por un lado; y, por otro, el inicio de un ataque continuo de trolls a mis colaboraciones. Los ataques se implementaron de manera sistemática: entraban todos agrupados en un periodo de una hora, durante un año y medio, cada vez que hablaba de los impactos de los refrescos y la comida chatarra.

El que el Dr. Kershenobich señale que el azúcar está en la base de uno de los mayores problemas de salud pública que vivimos, y que además indique que es adictiva, permite concluir que está afirmando que los refrescos y las bebidas azucaradas son una de las principales causas del sobrepeso, la obesidad, las caries y la diabetes, y que estos productos son adictivos. Tal como lo señalé en la videocolumna titulada “La DrogaCola”, a la cual la audiencia respondió con testimonios muy dolorosos sobre la realidad de esta adicción y sus consecuencias.

Estamos hablando del producto de marca más consumido por los mexicanos, el que tiene la mayor penetración en el mercado y, podemos afirmar, una de las mayores influencias en el poder político. Justamente, al frente de la Secretaría de Salud y en la propia Presidencia de la República han estado personas que también ocuparon cargos directivos y asientos en el consejo de Coca-Cola. Todo esto, mientras directivos de estas refresqueras y sus principales embotelladoras han estado al frente de las asociaciones empresariales más importantes del país; es decir, representando a todo el sector privado, nada menos.

Volviendo a la intervención del Dr. Kershenovich, el Secretario de Salud destacó el impacto del azúcar en las caries. Ese fue el primer daño reconocido provocado por la introducción de las bebidas azucaradas al mercado, y que, mediante estrategias corporativas diversas, fue opacado, diluido y terminó aceptándose como un hecho natural que la mayoría de las niñas y niños presentaran caries. Sin embargo, es la primera manifestación evidente del daño del azúcar. El Dr. Kershenovich señaló que la caries “es una enfermedad provocada por el azúcar”. Explicó: “el azúcar alimenta a bacterias que producen ácidos capaces de desgastar el esmalte y generar caries”. Y dio el dato de que cerca de seis de cada 10 niñas y niños presentan caries dental.

En una colaboración anterior, nos referimos a los documentos internos de la industria del azúcar, que demuestran cómo esta industria —con todo el apoyo de Coca-Cola y PepsiCo— desarrolló una estrategia para desviar y sepultar la evidencia sobre sus daños durante alrededor de 50 años. Una persona clave en el descubrimiento y difusión de estos documentos, que hoy se encuentran en la Universidad de California en San Francisco, es la Dra. Cristin Kearns. Es importante señalar que la Dra. Kearns es una odontóloga que investigó la relación entre las caries y la diabetes, y lo que encontró fue que esta conexión no había salido a la luz por una sola razón: la interferencia de la industria de bebidas azucaradas, de Coca-Cola y las refresqueras.

Las caries no son normales, como nos han hecho creer. Tampoco lo es que cuatro de cada 10 niñas y niños presenten sobrepeso y obesidad, ni que uno de cada dos pueda desarrollar diabetes a lo largo de su vida. No es normal que un producto adictivo como las bebidas azucaradas, con efectos tan severos en la salud, no esté regulado; que se apropie de eventos deportivos, de la Navidad, de Santa Claus. Y, principalmente, no es normal que todos paguemos sus costos con nuestros impuestos y nuestros bolsillos; que las empresas que se enriquecen con la producción y venta de un producto adictivo se lleven las ganancias, mientras nosotros cargamos con sus daños brutales.

Por último, se corrigió el dato que dio el Dr. Kershenobich sobre la prevalencia de diabetes entre niños y niñas (38 por ciento), señalando que se refería a problemas en la vista. Al respecto, en 2018 se publicó en la Revista de Salud Pública de México el artículo encabezado por el Dr. Abelardo Ávila, titulado “Síndrome Metabólico en niños de 6 a 12 años con obesidad en escuelas públicas de siete municipios del Estado de México”. La conclusión de este estudio es que el síndrome metabólico se encontró en el 54.6 por ciento de los niños con obesidad.

El Secretario de Salud lo comentó en su intervención: “Las calorías vacías estimulan la producción de insulina y generan resistencia a ésta; además, se almacenan como grasa. Las calorías vacías se deben al consumo de azúcar que no está asociada a otros productos nutritivos”.

El artículo liderado por el Dr. Ávila señaló en sus conclusiones que el síndrome metabólico es alto en niños con obesidad y está asociado con la resistencia a la insulina y el llamado riesgo aterogénico (este último se refiere al riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares). El síndrome metabólico es condición previa para desarrollar diabetes, enfermedad que -junto con las enfermedades cardiovasculares- es la principal causa de muerte en el país. Condiciones que ya se manifiestan en niñas y niños de seis a 12 años de edad en nuestro país.

Hemos solicitado a COFEPRIS que declare las bebidas azucaradas como “productos de riesgo”, entregando un expediente muy completo sobre sus daños. La intervención del Dr. Kershenovich pone en el centro de atención el consumo de azúcares libres (calorías vacías), que se da predominantemente a través de los refrescos.

Las principales causas de enfermedad y muerte en nuestro país se dan por el consumo de productos que atentan contra nuestra salud, en especial las bebidas azucaradas, el tabaco, el alcohol y los productos ultraprocesados. Este consumo se exacerba con la publicidad multimillonaria, su presencia y venta en todo lugar y a toda hora, sus promociones, sus patrocinios, sus bajos costos con bajos impuestos, su invasión comercial y la falta de información sobre la dimensión de sus daños. Hay políticas efectivas para disminuir su consumo; falta implementarlas.

No queremos seguir pagando sus daños y, menos aún, queremos que estos daños existan.
La evidencia está ahí.

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