Tres alcaldes y la gobernanza municipal
Álvaro Aragón Ayala
Por el estilo propio en el quehacer de sus gobiernos y porque están al frente de los tres ayuntamientos más importante de Sinaloa, los alcaldes Gerardo Vargas Landeros de Ahome, Jesús Estrada Ferreiro de Culiacán y Luis Guillermo Benítez Torres de Mazatlán, concentran en mayor medida la atención de la sociedad y de los generadores de opinión pública.
De los tres, solo uno tiene claro que la característica principal de las administraciones públicas municipales es el servicio al ciudadano, al pueblo, no la confrontación con el gobernador Rubén Rocha Moya ni con los sectores de la sociedad. Dos se han dedicado a cazar pleitos pues no entienden que la complejidad de los desafíos de la sociedad necesita de la interacción o enlace de los agentes públicos, de los privados y de la ciudadanía.
Los gobiernos de Jesús Estrada Ferreiro y de Luis Guillermo -El Químico- Benítez siembran la desconfianza y se ganan a pulso el desagrado de la ciudadanía, convirtiéndose así en alcaldes, cuyos gobiernos no son confiables. Lo paradójico es que son munícipes reelectos, que administran por segunda ocasión los ayuntamientos, uno el de Culiacán y el otro de Mazatlán.
El otro alcalde, Gerardo Vargas, de Ahome, en dos meses y 20 días de su gobierno mandó la lectura de que conoce a fondo los problemas municipales y da respuesta, en la medida del alcance del presupuesto local, a las expectativas de los vecinos para cubrir sus necesidades a través de la provisión de servicios de calidad haciéndolo de manera transparente y participativa.
Estrada Ferreiro dialoga únicamente con sí mismo, con su ego, y ya usó la fuerza policial como respuesta legítima a las demandas de los trabajadores del ayuntamiento de Culiacán, sosteniendo, a la vez, un enfrentamiento que va in crescendo con diputados de su propio partido, Morena, con figuras relevantes del panismo en Culiacán y con otros actores políticos que no comulgan con la forma y manera como conduce el ayuntamiento culichi ni con la toma decisiones unipersonales que perjudican a amplios sectores de la sociedad.
“El Químico” Benítez cultiva la animadversión social con sus desplantes frívolos, soberbios y agresivos, no presta de manera eficiente los servicios públicos y atenta contra la salud de la población organizando en pleno pico de la pandemia gigantescas pachangas públicas y fiestas privadas, en las que manda el mensaje de su repudio a la integración familiar y la señal de que su proyecto es convertir el ayuntamiento mazatleco en su harem personal.
Gerardo Vargas va al rescate de la ciudad de Los Mochis y los poblados de las sindicaturas que, en tres años, por el mal gobierno de Guillermo –Billy- Chapman, envejecieron más de 30 años. Para conducir su administración, Vargas Landeros implementó un nuevo estilo de gobernanza incluyente y participativo, en la que a diario tiene la oportunidad de interactuar con los ciudadanos y las comunidades.
Estrada Ferreiro y Guillermo Benítez son “cabezas huecas” que “desgobiernan” sus ayuntamientos como si se tratara de empresas de privadas, suyas, pisoteando o manipulando a los integrantes del cabildo. Ninguno de los dos entiende que la gobernanza local es un instrumento clave para buscar la paz, impulsar el desarrollo económico municipal, aumentar al máximo la eficiencia administrativa y garantizar la inclusión social y la sostenibilidad ambiental.
Gerardo Vargas Landeros manda lecturas de que concentra sus acciones en mejorar la gobernanza municipal incluyendo la investigación y la promoción de la descentralización y la democracia local, las finanzas locales, la igualdad de género y el acceso a los servicios básicos.
El alcalde de Ahome le apuesta a la evaluación del desempeño para establecer una ruta hacia la cultura del análisis de los recursos de los que dispone y emplea a diario para lograr resultados e impactos en la ciudad y en las comunidades, en las que se proyectan metas y objetivos, estableciendo además criterios para la rendición de cuentas de los recursos públicos invertidos.