La locura y la contracultura universitaria

Álvaro Aragón Ayala

Desde las catacumbas del “cartel de los jubilados”, integrado por una atomizada facción de trabajadores en retiro que intentan, con un “rostro joven”, dicen, regresar a la Universidad Autónoma de Sinaloa a la época del desmadre, brotó el mensaje de la mini estructura que se arma para intentar descarrilar y colapsar el Proceso Rectoral 2025. Cierto: enfermos y enfermas, listos para el tratamiento psiquiátrico, pasan lista para intentar tomar por asalto la UAS.

Salen a la luz, en redes digitales, con conferencias de prensa, personajes de genética ligada a la contracultura universitaria, al insulto, víctimas de su propia lengua, que tratan a toda costa de penetrar al campus y al proceso electivo en calidad de redentores, inventando acosos, hostigamientos, luchando contra molinos de vientos y “fantasmas”. Crean imaginarios para exhibir sus delirios de persecución, revelando la patología de una esquizofrenia paranoide o de un agudo trastorno delirante.

Exacto: lo peor que podría pasarle a la UAS es que la dirija un loco o una loca. Que el control de la institución retorne a quienes representan los intereses de quienes cursaron por el alma mater blandiendo las armas de la agitación intramuros, que regrese a las manos de quienes aún viven amamantados por la doctrina del desmadre plantada por aquellos que se decían activistas sindicales o políticos de izquierda.

Detrás de quienes dan la cara vociferando, gritando acosos imaginarios, vistiendo ropaje de “luchadores” o “luchadoras” se esconden los patéticos rostros seniles de personas, cuyas enfermedades mentales desbordan interés por desbarrancar la Universidad Ciencia, la Universidad del Conocimiento, tan sólo para saciar apetitos grupales y cobrar venganzas en mentes y cuerpos ajenos a cualquier locura contrauniversitaria.

Los universitarios, que no requieren de psiquiatras ni los psicólogos, ven en el proyecto del “cartel de los jubilados”, un endeble andamiaje formado por esquizofrénicos o paranoicos, una especie de restringida extensión de aquellos que en los años viejos ejercían el Poder Universitario a su antojo, heredando a las nuevas generaciones de universitarios graves problemas estructurales que colocan a la Casa Rosalina en el filo de la quiebra. Ese grupúsculo despide el tufo de la regresión.

En sus análisis sobre los “procedimientos” del Poder, el pensador francés Michel Foucault, afirma que todo saber implica poder y todo poder, un saber específico. En otras palabras, todo discurso o expresión atraviesa por la relación inherentes de poder. Así, en retrospectiva, en la UAS, sobresalen los antecedentes genealógicos a veces insospechados y medio obscurecidos por intereses varios, de la corriente que con mentiras intenta tomar por asalto la Universidad.

Los límites de la locura son inescrutables, pues. Habría que analizar el perfil psiquiátrico y psicológico, incluso criminal si es necesario, y el carácter político de la enfermedad mental y la violencia del Manicomio de quienes fabrican falsedades para aparecer en el escenario actual como los o las salvadoras de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Hasta ahora lo único que han demostrado es amargura heredada y anidada y una tendencia a llamarse perseguidos por sus propios “fantasmas” y eso denota una grave enfermedad mental.

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