El cerco y la ilusión
Ernesto Hernández Norzagaray
Donald Trump, luego de haber ganado 312 votos electorales y ser reconocido como presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica, no pierde el tiempo y transita en estos días en la definición de quienes serán los principales funcionarios de su administración que iniciará operaciones el 20 de enero y, por los nombres, no hay buenas noticias para México.
El proceso de selección de los más afines y leales lo está haciendo probablemente en su residencia en Mar-a-Lago, Florida o, mejor, mientras camina relajadamente sobre el pasto del Trump International Golf Club y juega una partida de 18 hoyos con quienes luego salen de ese campo verde con el nombramiento bajo el brazo.
Las malas noticias para nuestro país son, por un lado, el refrendo de los dichos en campaña presidencial del propio Trump culpándonos de muchos de los males estadounidenses, sea por un T-MEC, a su juicio, desventajoso para su país y ventajoso para nosotros. Y por ello quiere renegociarlo, no revisarlo como marca la pauta. Algo así, como lo que ha hecho el morenismo, que quiere cambiarlo todo.
O bien, por el tráfico de fentanilo, que acaba con la vida de 100 mil de sus ciudadanos cada año lo que explicaría el nombramiento de republicanos con antecedentes duros para cargos claves en la relación bilateral México-Estados Unidos.
Esta Marco Rubio, el senador republicano por Florida quien será el próximo secretario de Estado y el encargado de la política exterior. Las credenciales de Rubio están vinculadas al ala dura de su partido y a la poderosa Asociación Nacional del Rifle.
Además, este estadounidense con raíces cubanas, como legislador ha sido un fuerte crítico del entonces presidente López Obrador a quien acusó en el marco de la Reunión Trilateral México, Estados Unidos y Canadá en 2021 de “apoyar a los tiranos”.
En aquella ocasión expresó: “Cómo estamos reunidos para hablar sobre la democracia y acoger la democracia, pero, tenemos, entre nosotros líderes electos democráticamente que apoyan a tiranos en Nicaragua, Venezuela y en Cuba’’ y agregó: “Sin duda en México hay una democracia y AMLO es un presidente electo, pero, tiene tendencia a defender a la extrema izquierda de todo el hemisferio. Así que, yo no estoy en contra que lo inviten, pero se lo deberían cuestionar’’, más adelante, lo acusó temerariamente de “haber entregado México a los cárteles de la droga”, esos pronunciamientos empatizan con los grandes lemas de la campaña de Trump y la amenaza de venir a México por los narcotraficantes – El caso Zambada, por ejemplo, podría ser un adelanto de lo que quieren y necesitan políticos demócratas y republicanos.
Thomas Homan, el próximo “zar de las fronteras” es un neoyorquino caucásico que tiene en su currículo haber sido un policía y agente de migración duro. Se ha desempeñado como director interino del Servicio de Control de inmigración y Aduanas (ICE) durante la primera administración Trump y entre sus políticas de combate a la migración ilegal destaca la separación a los niños de padres con estadía ilegal con el fin de desalentarlos de buscar el “sueño americano”.
Kristi Noem, una rubia republicana muy popular que gobierna por segunda ocasión su natal Dakota del Sur es una liberal conservadora. Desde ese estado del norte promueve un “Estado mínimo” mientras que en lo social reivindica la “responsabilidad individual”.
Kristi, es multifacética, pues, lo mismo hace política activa, que actúa como empresaria de la agricultura y la ganadería o escribe libros con éxito comercial. Los libros No Going Back y Not My First Rodeo, fueron considerados como bestseller por el diario New York Times.
Esta mujer se desempeñará como la nueva secretaria de Seguridad Nacional, actualmente en manos de Alejandro Mayorkas, con todo un abanico de competencias constitucionales para cumplir su tarea estratégica.
Entre otras, el control de las fronteras, la gestión de la migración, la prevención de amenazas a la seguridad nacional y la respuesta a los desastres naturales. Y todas estas competencias convergen en México. Entonces, dado que su tarea principal será el diseño de políticas de seguridad para su país es inevitable que no impacte en la región hemisférica y, particularmente, en nuestro país.
Es una costumbre institucionalizada que cada presidente estadounidense cambie a los embajadores que ocupan este cargo en la política exterior y, en el caso de Trump, no será la excepción a esta regla. Así lo hizo en la primera gestión cuando relevó a Roberta Jacobson y designó para el cargo diplomático a Christopher Landau y este, a su vez, fue sustituido por Ken Salazar en 2021.
O sea, Ken Salazar, debe estar haciendo maletas para abandonar la embajada cuando se nombre a su sustituto que debe estar, como todos los cargos, en la línea trazada por Trump en materia de migración y seguridad. Y antes de irse, devolvió la descortesía de quitarle el picaporte de Palacio Nacional yéndose a la yugular del factótum del poder del morenismo y fue mucho más allá de Marco Cruz, quizá, con la mirada puesta en Trump. Se menciona una lista de posibles sustitutos:
John Ratcliffe, quien ha sido parlamentario y director de Inteligencia Nacional, y aunque también se le menciona para ocupar la dirección de la CIA; a Ric Grenell, quien se ha desempeñado como embajador en Alemania y director interino de Inteligencia Nacional; a Robert O’Brien, que ha sido asesor de seguridad nacional y Kirstjen Nielsen, quien ya se desempeñó como secretaria de seguridad nacional. El nuevo embajador o embajadora podría salir de la cantera de republicanos que conocen los temas de migración y seguridad tan bien como a México y comparten la visión dura del presidente electo.
Y, finalmente, está quien podría ser la nueva titular de la DEA, Administración para el Control de Drogas, por sus siglas en inglés, que normalmente cambia con cada presidente, pero, no siempre, como sucedió, en la transición del republicano George Bush a Barack Obama. Actualmente ocupa el cargo la académica Anne Milgram y es una incógnita si permanecerá en el cargo. Independientemente de quien sea designado o designada la tarea ha sido esbozada en la campaña de Trump contra el crimen organizado.
En tanto eso sucede, Claudia Sheinbaum, ha sido cautelosa en sus expresiones sobre los perfiles y credenciales de quienes podrían ser parte de la administración Trump y su apuesta es que una vez que los equipos de ambas partes se sienten a conversar sobre la agenda bilateral va a distenderse la atmosfera y se reanudara la cooperación entre ambas naciones dejando atrás la palabrería de la campaña.
Una visión optimista, necesaria para consumo local y de los mexicanos que viven ilegalmente en los Estados Unidos, pero, incierta, ilusoria, luego del ingrediente T-MEC, la narcopolítica y la falta de certeza jurídica como de la necesidad de cumplir con la renovada Doctrina Monroe de “Primero los norteamericanos”.