Farsante, ignorante o tramposo

Raymundo Riva Palacio

Ya uno no sabe si el presidente Andrés Manuel López Obrador es un farsante, un ignorante o un tramposo. En la mañanera de ayer se preguntaba por qué hay una reacción tan grande en el mundo por la reforma judicial. “No encuentro yo una explicación lógica, aunque a veces lo que no suena lógico suena metálico”, dijo. El Presidente no necesita abrevar de la lógica para saber que lo que está agitando al mundo son intereses económicos, pero disfraza las motivaciones en el exterior como si fuera un espíritu pirata el que animara la crítica y las preocupaciones por las consecuencias de la reforma, ocultando lo que quien lea los argumentos planteados entendería como la amenaza expresada: centralización del poder y selección de ministros, magistrados y jueces federales por voto popular.

La suma de estos dos componentes generaría una incertidumbre jurídica, donde el solo horizonte de que sea promulgada como ley ha provocado que algunas empresas multinacionales estén pensando en cambiar sus oficinas de México a Estados Unidos, para que en caso de un diferendo judicial, sea bajo las leyes de aquel país y no bajo el nuevo andamiaje legal mexicano que viene en camino, para evitar que sus asuntos sean resueltos por “una Lenia Batres”, como apuntó un observador, al recordar a la ministra del Presidente que carece de equipaje jurídico y le sobra el ideológico.https://d-25312504082102731457.ampproject.net/2406131415000/frame.html

López Obrador está levantando cortinas de humo que, al mismo tiempo, le sirven para presionar domésticamente para que se apruebe la reforma judicial. Eso es lo que ha hecho con el conflicto artificial con Estados Unidos y Canadá, que es una farsa. O ¿cómo entender que suspende relaciones con los embajadores pero mantiene la relación fluida con sus gobiernos? A menos que realmente sea un ignorante consumado, el Presidente sabe que no se mandan solos, y que los diplomáticos, como Ken Salazar, a quien trataba como cómplice, por lo que es llamado en Washington “el embajador de México en el Departamento de Estado” por su lambisconería y defensa del macuspano, criticaron la reforma por instrucciones de sus gobiernos, no a espaldas de Joe Biden o Justin Trudeau.

López Obrador pretende sacar el nacionalismo mexicano del clóset y que broten los viejos agravios por la larga historia de intervenciones –156 registradas por el historiador Gastón García Cantú– de Estados Unidos en México, con triquiñuelas y desinformación. El sonido metálico con el que identifica las críticas en el mundo a su reforma es real, porque sí se trata de algo económico, contemplado en el tratado comercial suscrito por México, Estados Unidos y Canadá, donde hay una serie de compromisos que fueron respaldados con el voto del Senado en los tres países. Gracias a ellos, 82% de las importaciones en Estados Unidos salen de México, con lo cual la economía mexicana se beneficia de estar injertada a su aparato productivo, y la proveeduría estratégica desde México le da tranquilidad a Estados Unidos en su guerra comercial con China.

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