Más que cambio, hay una catástrofe climática: experta

Angélica Enciso L.

Actualmente se vive una catástrofe climática que ha llevado a unas 20 millones de personas en el planeta a migrar cada año a causa de hambrunas o eventos como el huracán Otis, que impactó Acapulco el año pasado. La responsabilidad de todo esto es del sistema económico: ha hecho de unos cuantos multimillonarios y grandes emisores de gases de efecto invernadero los causantes del calentamiento global, y ha llevado a los más pobres a padecer las consecuencias, señala la científica Ornela de Gasperín Quintero.

Las condiciones que se viven actualmente en el país, la escasez de agua y una sequía desde hace al menos tres años, indican el comienzo de un colapso climático, estamos en un punto que ya no es seguro, dice en entrevista con La Jornada la experta en crisis climática del Instituto de Ecología de Veracruz, integrado al Conahcyt, y miembro de la organización internacional Rebelión Científica.

Advierte, asimismo, que hay puntos claves que no se deben romper, como el derretimiento de los glaciares de la Antártida o Groenlandia, porque provocarán un efecto dominó que llevará a la extinción de la humanidad. Si no se frena esa trayectoria, la pregunta no es qué va a pasar, sino cuándo va a pasar. Y lo que va a suceder es el colapso de nuestras sociedades como las conocemos.

–¿Por qué se habla de una catástrofe climática?

–La palabra cambio fue un concepto que algunos medios de comunicación corporativos comenzaron a utilizar. Pensamos que es una estrategia para mitigar el efecto que tiene en nuestras mentes hablar de ese proceso. Muchos científicos, científicas, activistas, estamos cambiando el lenguaje y tratando de guiarlo a lo que creemos que científica y humanitariamente es más correcto. Hablamos de colapso, crisis o catástrofe climática.

“Con el actual nivel de calentamiento ya estamos viendo la migración de más de 40 personas por hora. Este sufrimiento nos parece inhumano. Y no decir que se trata de una catástrofe, es minimizar el sufrimiento de millones y millones de personas. Entonces, si vemos lo que viene a futuro, si no se frena la trayectoria, será una catástrofe. No serán millones de migrantes, sino miles de millones. Un proceso totalmente insostenible.

“El problema son los puntos de quiebre o puntos de no retorno, que son sistemas muy grandes del planeta, tanto biológicos como climáticos, que tienen un umbral y si lo cruzamos vamos a desencadenar un proceso que ya no se puede frenar en términos humanos, esta parte es lo realmente terrorífico de la catástrofe climática.

“Son 16 puntos de quiebre y los más centrales son el Amoc –el patrón de circulación marítima del Atlántico–, las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, la selva de la Amazonia, la muerte de los arrecifes de coral, el derretimiento del permafrost y el de glaciares. Hay indicadores de que ya se están afectando, pero aún no tenemos evidencia de que se hayan roto.”

–¿Aún se puede hacer algo?

–Debemos hacer cambios radicales en las sociedades para no subir 3.2 grados Celsius al final de siglo, pues eso rompería esos puntos de quiebre. Un problema con estos puntos es que puede haber un efecto dominó: al romperse uno, puede afectar otros. Si se están derritiendo capas de hielo, se frenan corrientes de circulación. Por ejemplo, el punto de quiebre de Groenlandia puede hacer que se rompa el de la circulación del Amoc, y esto haría que nos extingamos: ocasionaría cambios en precipitación y temperatura a nivel global, la temperatura en Europa bajaría entre 10 y 30 grados Celsius, se invertirían los patrones de lluvia en todo Sudamérica y África. En México habría un estrés hídrico muy severo. Son escenarios a los que no tenemos que llegar.

“En estrés hídrico las migraciones serán mayores, a la larga serán todos los seres humanos. La incógnita es cuándo pasará. Bajo estas trayectorias la humanidad no llegará a finales de siglo. No sé si llegaremos a 2050, año en el que se espera que en México habrá 40 por ciento más demanda de agua de la que puede suministrar el país. Necesitamos transmitir a la ciudadanía que necesitamos actuar, poner frenos al gran capital.

En México, 80 por ciento de la riqueza está en manos de 10 por ciento de la población, es una distribución desigual del capital y esos son espejos de la contaminación. Esto habla del nivel de desigualdad económica, social y climática, todo esto va de la mano. Finalmente, gran parte de los efectos de la catástrofe climática los sufre la gente más pobre, que no ha contribuido a generar la crisis y no se han beneficiado de la economía que tenemos.

–Las medidas que se han adoptado, el Acuerdo de París y las cumbres climáticas, ¿sirven de algo?

–Pienso que no van a dar ningún resultado; su existencia es más dañina. Hacen pensar a la gente que sí se están implementando medidas. No podemos creer que estas conferencias darán resultados, porque parte del problema es que los poderes económicos están sumamente ligados con los poderes políticos en el mundo, los multimillonarios tienen una agenda personal y corporativa y usan estas conferencias.

Van décadas de conferencias, acuerdos, con sistemas de mercado que buscan solucionar esto con impuestos y nada ha dado soluciones, cada año está peor. El problema es que tampoco hay mucho tiempo para experimentar con soluciones de mercado.

–¿Por qué si son pocos los emisores se ha hecho creer a la población que la responsabilidad es colectiva?

–Es un sistema económico el que permite que haya multimillonarios, pero si vemos quién contamina son corporaciones financieras, armamentistas y de otros tipos, así como individuos. Han hecho un problema colectivo, pero individual la solución.

“Hay medidas que se tendrían que establecer, como desaparecer el turismo o la aviación, pero van en contra de dogmas económicos e intereses de capital. En el Banco Mundial está el Ciadi (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), con el cual las corporaciones pueden demandar a gobiernos por limitación del uso de recursos naturales, pero éstos no pueden demandarlas a ellas. Gobiernos que han pasado reformas ambientales o derechos laborales, acaban pagando a corporaciones por haberlo hecho.

“Vemos que los intereses económicos se contraponen a los sociales y ambientales, entre más alto el salario mínimo, más daño para una corporación y más probable es que demande. Por eso, desde la colectiva internacional de científicos decimos que tenemos que ver la crisis climática de una manera global, relacionada con los sectores económicos que la han generado.

“Las políticas climáticas reales son reformas de carácter social y económico. Y esto es contrario a lo que se piensa, de impulsar energías renovables y se acabó el problema. La energía solar es limpia, pero la tecnología que se requiere para capturarla no lo es. No hay una solución de mercado que pueda llevar a las soluciones radicales que se requieren: se necesita renfocar la economía.

“La realidad es que es mucho mejor redistribuir vivienda y la infraestructura. Se podrían extender todas las redes universales de salud, vivienda, transporte y laboral, artes y tiempo libre, dar una garantía laboral de tres días a la semana. Así se pueden empezar a reducir sectores económicos. Esta sería la política climática por excelencia. Y esto requiere empezar a decrecer en muchos sectores dañinos, como la aviación, los yates, dejar de construir infraestructura, el cemento es de los agentes más contaminantes y contribuye con 3 por ciento de las emisiones globales.

Aún hay tiempo de hacer cambios, se requiere redistribución de riqueza e infraestructura, esto va en contra de los intereses de la gente más rica, y ésta nunca va a acceder. Para eso necesitamos hacer presiones colectivas de difusión, boicot y acción. Lo que tenemos que hacer es permitirnos soñar con tener un mundo justo y seguro; tenemos que permitirnos soñar, imaginar y luchar por esto.

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