El miedo al domingo de narcos
Carlos Loret de Mola
Unos días antes de las elecciones para gobernador en Sinaloa, en el verano del año pasado, el presidente López Obrador visitó el estado. Se reunió en privado con el entonces mandatario priista Quirino Ordaz para darle personalmente un mensaje: es mejor que no te metas.
Es tan habitual como ilegal que los políticos mexicanos en funciones -desde un regidor hasta el presidente de México- usen sus cargos para incidir en los comicios: tienen “operadores” en el terreno a nivel vecinal, que presionan al voto, acarrean, movilizan… lo que se necesite. Así que un gobernador que se mete en una elección es un factor importante. Las palabras del presidente al gobernador fueron una amenaza velada y también una señal que inicialmente se interpretó en su círculo más íntimo como una instrucción de que no se interpusiera en el camino de los operadores de Morena.
La noche previa al domingo electoral, el mensaje de AMLO empezó a cobrar una dimensión inesperada, asombrosa, preocupante: comandos vinculados al crimen organizado arrancaron una operación de secuestro temporal a decenas de operadores priistas, desde representantes de casilla hasta coordinadores territoriales, desde burócratas con mando hasta funcionarios electos. En algunos casos los interceptaron en la calle, en otros los fueron a buscar hasta sus casas. No querían cobrarles un rescate, mucho menos asesinarlos. Los “levantaron” con un propósito sencillo: que no interfirieran en “su” operación electoral. El pánico cundió entre los integrantes de la alianza opositora quienes optaron por bajar los brazos e incluso esconderse en casas de familiares y hoteles, en lo que pasaba el tsunami.
Y pasó: Morena arrasó en Sinaloa y el presidente premió al gobernador con la embajada en España. Pero quedó registro -incluso denuncias internacionales- de este comportamiento atípico, síntoma de la alianza entre crimen organizado y el gobierno federal.
Un año después, conforme se ha ido acercando la fecha de la elección para seis gubernaturas, el presidente ha redoblado sus expresiones de cariño hacia los capos de la droga: ha defendido sistemáticamente sus derechos, una y otra vez los ha colocado al mismo nivel que los militares que los combaten, y por si fuera poco, el fin de semana fue de gira a su bastión donde permitió que sicarios armados tomaran el control de la seguridad de la gira, incluyendo el establecimiento de retenes donde fueron detenidos periodistas. Lo que antes hacía el Estado Mayor Presidencial hoy lo hace el cártel de Sinaloa. Es el sello del sexenio de López Obrador: los mejores operadores políticos de Morena son los narcos.
De los seis estados en juego este domingo, hay uno que alarma especialmente en términos de la capacidad del narco para determinar el resultado de la elección. Tamaulipas. De ahí era el empresario Sergio Carmona Angulo, conocido como El Rey del Huachicol. Se ha publicado que le metió millones a las campañas de Morena: que inició con políticos tamaulipecos y escaló hasta tener cercanía con el dirigente nacional, Mario Delgado. Cuando empezó a crecer el escándalo, El Rey del Huachicol fue ejecutado. No puedo dejar de recordar el video de diciembre en el que el dirigente de Morena en Tamaulipas, gritaba en medio de la fiesta: “¡arriba el cártel del Golfo, putos!”.