La línea más delgada

Rodolfo Aceves Jiménez
La detención de 29 presuntos cabecillas del crimen organizado ha sido considerada una victoria estratégica para el Estado mexicano en su lucha contra la delincuencia organizada. Sin embargo, este avance se encuentra enmarcado en un contexto internacional complejo, donde la imposición de aranceles por parte del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, vuelve a ser una amenaza latente para la economía mexicana. Aunque a primera vista estas dos situaciones parecen desconectadas, existe un vínculo estrecho entre seguridad nacional y estabilidad económica que no debe subestimarse.
Para las autoridades mexicanas y desde una perspectiva de seguridad nacional, el verdadero desafío radica en evitar que estos grupos reconfiguren sus operaciones y aumenten su capacidad de corrupción e infiltración en instituciones clave del país. Para ello, es fundamental fortalecer las estrategias de inteligencia, el combate a la impunidad y la cooperación internacional en materia de seguridad.
La relación entre seguridad nacional y economía es innegable. Una crisis económica derivada de la imposición de aranceles afectaría directamente la capacidad del Estado mexicano para combatir al crimen organizado, ya que reduciría los recursos disponibles para fortalecer las fuerzas de seguridad, mejorar las condiciones socioeconómicas de la población y desarrollar estrategias de prevención del delito.
Además, una contracción económica podría generar un aumento en la informalidad y en las actividades ilícitas, pues muchas personas verían en el crimen organizado una alternativa de subsistencia. Esto fortalecería a los grupos delictivos y les daría mayor capacidad de reclutamiento, exacerbando la violencia en diversas regiones del país.

Otro factor a considerar es el posible incremento en los flujos migratorios hacia Estados Unidos debido a la falta de oportunidades económicas en México. Paradójicamente, esto podría ser utilizado por Trump como un argumento para justificar aún más medidas proteccionistas y de endurecimiento fronterizo, generando un círculo vicioso que afectaría la estabilidad de ambos países.
Ante este panorama, es fundamental que México adopte una estrategia integral que le permita enfrentar simultáneamente los retos en materia de seguridad y comercio internacional. La cooperación con Estados Unidos debe basarse en una relación de corresponsabilidad, donde ambos países reconozcan que el problema de la delincuencia organizada no es exclusivo de México, sino que está estrechamente ligado a la demanda de drogas y al tráfico de armas en territorio estadounidense.
Por otro lado, es imperativo fortalecer las relaciones comerciales con otros países y bloques económicos para reducir la dependencia de Estados Unidos. La diversificación de mercados y el impulso a sectores estratégicos como la industria tecnológica y energética pueden ayudar a mitigar el impacto de eventuales aranceles y brindar mayor estabilidad económica al país.
Finalmente, el gobierno mexicano debe adoptar una postura firme pero diplomática ante cualquier intento de presión por parte de la administración del presidente Trump. La historia ha demostrado que ceder ante amenazas económicas no garantiza una relación bilateral estable, sino que, por el contrario, puede alentar futuras imposiciones unilaterales.