La oposición (3): Gobierno de coalición, mito genial

Carlos Ramírez

El modelo de los gobiernos de coalición fue un invento del PRI para ocultar su reconocimiento de que perdió ya la dirección política de los partidos, de la propia política, del Gobierno y del Estado y que necesitaba de la oposición a la que había aplastado para seguir mandando.

El PRI ha ido pasando de manera inexorable por una crisis de pérdida de su dominio: partido absoluto, partido abrumadoramente mayoritario, partido en un sistema de partidos, primera minoría y segunda fuerza política. Ahora, mareándose al PAN, el PRI quiere ser el partido dominante de un Gobierno de coalición con el PAN.

Los casos de Durango y Coahuila ilustran la habilidad del PRI para dormir al velador: sin fuerza para ganar por sí mismo las elecciones de gobernador, el PRI se sacó de la manga la coalición opositora, puso a los candidatos, consiguió el apoyo del PAN, alquiló el membrete del PRD y se alzó con la candidatura ganadora a gobernador, con indicios de que en ambas plazas gobierna el priismo y no el coalicionismo.

El PRI quiere sorprender con el Gobierno de coalición como una novedad; después del partido de clase que fundó Lázaro Cárdenas, el PRM, el PRI se redujo a un partido de coalición de grupos, corrientes, facciones y liderazgos personales hasta que la élite neoliberal salinista tomó el control del partido y se sacudió a los grupos coaligados.

Más que un Gobierno de coalición, los hoy partidos de oposición deberían estar en ruta de un modelo político más sólido: la construcción de una hegemonía, es decir, la confluencia de representaciones sociales y de clase alrededor de un proyecto económico-productivo, pues todo político debe de saber que la correlación de fuerzas productivas determina la correlación de fuerzas sociales y políticas. Y el PRI y el PAN no tienen capacidad política, ideológica y de bases para construir una nueva hegemonía.

El modelo de Gobierno de coalición funciona en sistemas bipartidistas, pero están condenados al caos y al fracaso en sociedades multipartidistas. En Brasil hay un Gobierno de coalición de siete partidos y es imposible ponerlos de acuerdo para decisiones. En España, el PSOE conjuntó a un aspecto diverso del centro a la ultraizquierda y su viabilidad depende de los ultras vinculados a la ETA.

La coalición PRI-PAN es simplemente el compromiso de juntar votos, pero la clave se localizaría en la existencia de un programa común; pero hasta donde alcanzan las percepciones, el PRI y el PAN, hermanados por el neoliberalismo, siguen manteniendo distancia en temas de derechos de minorías y en el enfoque de programas asistencialistas. Las élites dirigentes del PAN y del PRI no se han atrevido a dar un programa de Gobierno con objetivos concretos porque las propuestas tienen más desacuerdos que coincidencias.

El Gobierno de coalición que suponen el PRI y el PAN sigue manteniendo espacios definidos de agua y aceite; en temas del aborto, por ejemplo, las bases priistas siguen apoyando ese derecho de las mujeres, en tanto que el PAN no ha cedido en el enfoque religioso del tema. En materia de Estado, el PRI nunca se pudo quitar la definición histórica de una intervención pública como rectoría del desarrollo general, en tanto que el PAN, dominado por intereses empresariales, sigue teniendo como ideología el modelo de Estado subsidiario, es decir, circunstancial hasta que él empresas privadas tomé todas las riendas productivas del país.

Los gobiernos de coalición funcionan cuando existen proyectos comunes de nación y modelos de desarrollo altamente sofisticado, pero el nivel de desarrollo de México requiere, más bien, de un Estado que subordine todos los intereses especulativos de la empresa privada.

Por lo tanto, el Gobierno de coalición que propone el PRI y el PAN es una receta segura para el desastre y el caos económico y político y no tendrá viabilidad operativa porque en los últimos dos años han surgido organizaciones civiles conservadoras que no reconocen el liderazgo a esos dos partidos como para encabezar un Gobierno de coalición.

Para el 2024, habrá una alianza electoral PRI-PAN con reparto del pastel público, pero no un Gobierno de coalición.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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