Carnaval: primero el negocio, después la salud

Francisco Chiquete

El gobierno mexicano parece haber decidido a favor del movimiento económico, en detrimento de la prevención de la salud. Así, no será extraño que eventos como el carnaval mazatleco se lleven a cabo porque representan, en términos de la vieja normalidad, una importante derrama de dinero entre la población.

El alcalde Luis Guillermo Benitez Torres y el gobernador Rubén Rocha Moya agudizaron sus diferencias precisamente por el carnaval. Rocha estimó la posibilidad de suspender la fiesta, mientras el alcalde lo descalificó aludiendo a la autonomía del municipio. Sin embargo, en estos momentos ambos prefieren postergar una decisión sobre el tema, siguiendo seguramente los lineamientos de la federación.

Incluso Rocha llegó a darse un plazo de ocho o diez días (que se vencen entre este lunes y el miércoles) para anunciar si se daba la suspensión. Es muy posible que se cumpla el plazo y no se produzca ningún anuncio.

El país y el estado se encuentran sumidos en los peores momentos de la pandemia en lo que se refiere a contagios, y sin embargo, no hay decisiones. Eso ocurre porque algunos expertos consideran que la epidemia llegará en dos semanas más a su punto máximo, y luego empezará a descender el número de nuevos infectados. Los pronósticos señalan también la posibilidad de que la caída sea rápida, lo que permitiría alcanzar el día 25, en que iniciarían las fiestas, sin los apremios de los récords diarios que ahora vivimos.

El problema es que a lo largo de este fenómeno, los cálculos de duración e impacto han sido fallidos. Pero además es difícil entender que los gobernantes se avienten volados en los que va en juego la salud de la población.

Desde su encierro como convaleciente del Covid, el presidente hizo un nuevo intento por convencernos de que no pasa nada. Es una gripa ligera, dijo, la variante Ómicron no es tan grave, apuntó, cuando todos los expertos advierten que no es cierto, que puede ser tan dañino como las variantes anteriores, y que la diferencia está en las personas que han sido vacunadas.
El gobierno ha alcanzado buenos logros en materia de vacunas, pero un porcentaje muy importante de la población no ha sido vacunado por diversas razones, que van de la ignorancia a la falta de oportunidades, del conspiracionismo a la elemental posición antivacunas. Como quiera, son un porcentaje elevado de la población, millones de personas a los que se pone en riesgo adicional permitiendo y hasta alentando las grandes concentraciones.

Más rústico, pero en la misma línea de AMLO, el presidente municipal mazatleco acusa a los medios informativos de ser negativos por divulgar cosas que no son porque si bien hay muchos contagios, dice, la gente no se muere. ¿Eso necesita el Químico, muchos muertos para entender que está ante una situación grave?

Cuando iniciaba en las lides periodísticas, mi director en El Correo de la Tarde, Abraham García Ibarra, dio una instrucción tajante: la nota roja estaría fuera de las páginas, salvo los casos en que hubiese “de muerto pa’rriba”. Por aquellos tiempos los crímenes eran esporádicos, de modo que podían pasar semanas sin que el periódico incluyera un hecho de sangre. Era una contribución para cambiar las tendencias tradicionales del morbo y el sensacionalismo.

En cambio la del Químico es una intención malsana, de ocultamiento de una realidad para imponer su punto de vista o como dicen muchos, para sacar adelante proyectos personales relacionados con las contrataciones de artistas, servicios y adquisiciones requeridos en la fiesta.

Por cierto, no sólo es un asunto sanitario. También es económico: trabajar en la organización del carnaval como si no pasara nada, implica amarrar la participación de artistas, la construcción de carros alegóricos, de personal operativo y muchos otros compromisos cuya cancelación, por más justificada que fuese, significaría la erogación de dinero gastado inútilmente.

Por lo demás, ni los gobernantes mencionados ni el resto de la estructura gubernamental están tomando en consideración que la mejor estrategia de salud es la preventiva. Esperar a que la gente se contagie para que la vacuna los proteja, es jugar a la ruleta rusa con una enfermedad que no respeta precedentes y que busca y a veces encuentra los resquicios para afectar a los pacientes.

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