Rocha Moya: inseguridad y escuadrones de la muerte

Álvaro Aragón Ayala 

La ola criminal que se desató el primer mes de gobierno de Rubén Rocha Moya es un indicativo de que la inseguridad constituirá uno de los grandes problemas en la ruta trazada para pacificar Sinaloa. La primera lectura es que podrían operan en Sinaloa “escuadrones de la muerte” que ayudarían a las corporaciones policiacas a mantener el orden y la seguridad en las plazas criminales en que está dividida la entidad.   

En Sinaloa los andamiajes de seguridad, inteligencia y justicia están rebasados y corrompidos. El gobierno de Quirino Ordaz Coppel heredó a Rocha Moya una estructura enclenque diseñada para “dejar hacer y dejar pasar” en materia de combate a la delincuencia y a la violencia. La cruda realidad es que, en algunos municipios, las policías no obedecen a los alcaldes en turno y operan de manera “independiente”. 

Las manifestaciones de violencia en Sinaloa no se dan entre los grupos criminales y las fuerzas de seguridad porque persiste un “pacto de no agresión y no intromisión”. Los Ministerios Públicos y los cuerpos de investigación de delitos no investigan ni detienen a nadie “con poder” porque ellos mismos forman parte de un entramado de complicidades y miedos.   

Las aprehensiones de personas que cometen delitos del orden común son mínimas, pese a que los hurtos a comercios y casas-habitación, robos de vehículos y otros ilícitos van al alza. Los grupos delictivos que tienen el dominio territorial se encargan de “limpiar” de delincuentes las plazas bajo su encargo, desapareciendo a algunos o azotando o desnudando a otros para escarmiento y su exhibición pública.     

La inseguridad en Sinaloa representa un grave riesgo para la gobernabilidad, la democracia y la pacificación; Rubén Rocha está recurriendo al empleo de las Fuerzas Armadas para patrullar zonas en los municipios más conflictivos, obstaculizando la participación y la evolución “normal” de las estructuras civiles de seguridad y concediendo poder territorial a los militares, cuya presencia atemoriza más a la sociedad que a los grupos delictivos. 

Los diagnósticos no son engañosos. El incipiente proyecto de seguridad pública y persecución de delitos de Rubén Rocha descansa en policías que no quieren combatir el crimen porque sería tanto como “matar a la gallina de los huevos de oro” y colocarse ante el riesgo de un atentado criminal.  

Quirino Ordaz dejó que la corrupción galopara sobre el sistema de seguridad pública estatal y el aparato de justicia e “inteligencia” estatal. El modelo de Quirino Ordaz pega sus coletazos porque se niega morir generando una crisis de seguridad, ofreciendo la lectura de que pudiera provocar inestabilidad social y política al gobierno de Rocha Moya.  

El dilema que enfrenta el actual mandatario estatal es cómo, sobre una estructura corrupta, rescatar o reconstruir a los cuerpos de seguridad y edificar instituciones que garanticen el estado de derecho y puedan fortalecer y profesionalizar a los organismos de seguridad. 

Las armas de fuego y el crimen 

En Sinaloa hay una cantidad de armas en manos de grupos delictivos y de la población, sobre las que no se ejerce ningún tipo de control. Metralletas, fusiles de asalto, escopetas, revólver, pistolas escuadra, etc., son el soporte del crimen común y del crimen organizado. 

Los grupos delictivos utilizan armas de guerra en sus operaciones, no sólo en sus enfrentamientos contra grupos rivales sino como respuesta o intimidación a las autoridades. 

El gobierno de Quirino Ordaz Coppel no implementó ningún programa para reducir la proliferación de armas “en las calles”. Hasta ahora, en las reuniones de seguridad que ha sostenido Rubén Rocha Moya en diferentes municipios el tema del armamento y el “poder de fuego” de los criminales, no es considerado prioritario en la agenda de seguridad. 

Ensoberbecidos por el poder-protección del que gozaron en la pasada administración priista, los delincuentes siguen pululando por los 18 municipios de Sinaloa exhibiendo su potente arsenal sin que ninguna autoridad les llame la atención o haga intentos, ya no de detenerlos, sino cuando menos de desarmarlos. 

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