La mentira de mil 905 millones de pesos

Álvaro Aragón Ayala 

El quinto y último informe del priista Quirino Ordaz Coppel es una especie de novela ficción que insulta la inteligencia de la sociedad sinaloense porque utiliza la mentira como modelo de gobierno estatal, un gobierno construido con las bases y la estructura de la publicidad frívola y engañosa para ocultar los actos de rapiñaje y corrupción gubernamental y diseñar la falsa figura pública del mandatario como el de buen gobernante y el mejor calificado por las encuestas.  

El mandatario estatal rebasó y ensombreció a “Pinocho” al empalmar la mentira como su obra cumbre y la demagogia como su principal acción de gobierno, ubicando a los sinaloenses, en tiempo y espacio, como ignorantes incapaces de decodificar su quehacer libertino. Creyéndose poseedor de la verdad la ignoró para edificar un Sinaloa de fábula donde las familias viven en un hipotético paraíso. 

La trama novelesca de Quirino Ordaz, la mentira sobre la que edificó su gobierno y su imagen, le costó al erario la friolera cantidad de mil 905 millones de pesos. Con la llegada del hotelero mazatleco al poder estatal, se usó la publicidad y la propaganda de “Puro Sinaloa” y las encuestas para instalar la quimera como un valor supremo que hubo que repetir o hacer eco, previo pago. 

Mil 905 millones de pesos fueron gastados para construir la falsedad de un gobierno “echado para adelante”, pero de reversa, con un gobernador que aparentemente le respondía a los sinaloenses, artificio que plagó algunos medios que bailaron al son de la danza de esos millones. Quirino Ordaz se colocó en el escaparate publicitario como una mercancía infalible, pero el artículo y su envoltorio, el producto que representó, al final se reveló como una farsa, como mera añagaza propagandística.  

Sintetizando: Quirino Ordaz Coppel le mintió por 4 años y más de ocho meses a los sinaloenses. Que no basten tres percepciones contundentes para desnudar su gobierno. 

1.- El periodista y analista político Antonio Quevedo Susunaga esbozó la radiografía del gobierno real, de carne y hueso, de Quirino Ordaz Coppel, en columna Brecha – “La transparencia, una quimera/gobierno abierto”. Escribió: “Los sinaloenses en éste sexenio que están cerrando los priistas nos quedamos con las ganas de tener un gobierno abierto que Quirino Ordaz Coppel tuvo la oportunidad de llevar a la práctica; sin embargo, incurrió en los mismos vicios de la cerrazón, de no transparentar su quehacer, de informar sólo lo que (le) convenía, pero en materia del manejo de los recursos públicos, de las inversiones hechas, de la forma que se ejecutaron, de la impartición de justicia, de la operación de las policías, en fin, de muchos temas, hay una absoluta obscuridad”.

2.- A nombre de la bancada de diputados de Morena, le legisladora Graciela Domínguez Nava reveló que “la gente de Sinaloa ha padecido el dispendio, la frivolidad y la discrecionalidad hecha gobierno durante el mandato de Quirino Ordaz Coppel” y precisó que lo dicho como autoelogio por el mandatario estatal, el día que entregó su último informe de gobierno ante el Poder Legislativo, queda muy lejos de lo que percibe la gran mayoría de los sinaloenses. 

Con el gobierno de Quirino Ordaz “no hubo ni el atisbo de un reconocimiento de problemas y rezagos graves como el colapso de la justicia local, la persistente inseguridad y su violencia, la impunidad que ronda al cien por ciento, y los onerosos regalos a empresarios millonarios en medio de la pobreza de miles”, prosiguió. 

Destacó entre los puntos del mal gobierno de Ordaz Coppel, no el de la ficción que se ha construido con la inversión en “imagen” de mil 905 millones de pesos, el recurrente deterioro salarial, la ausencia del combate y sanción a la corrupción, su falta de compromiso con la transparencia, sus proyectos de presupuestos sin orientación social, así como el despilfarro e ilegalidad en publicidad gubernamental solo para producir encuestas a modo”. 

3.- El periodista Eulalio Valdez consideró que el gobierno de Quirino Ordaz se caracterizó “por la simulación, el engaño y la frivolidad, (fue) una gestión lejana a los grupos más vulnerables y más cercana a los grupos de poder económico y políticos y que favoreció a unos cuantos contratos millonarios”. 

Quirino Ordaz, entonces, elogió la mentira en su quinto y último informe de gobierno y liberó a todo su gabinete del compromiso con la verdad y la rectitud pública bajo la premisa de que las promesas electorales solo comprometen a aquellos que se las creen. Con el gobernador priista la mentira fue el “don” que bañó el discurso gubernamental, el del informe de las obras no realizadas y de los programas imaginarios, para ocultar los negocios que se realizaron al amparo del poder que beneficiaron a familiares, compadres, amigos y cómplices políticos. 

La novela ficción elaborada de su gobierno que se escribió, día a día, mes tras mes, pago a pago, con un costo para el erario estatal de mil 905 millones de pesos, marca el parteaguas para repensar el sentido que se le da a la mentira política-gubernamental, para analizar y transitar por sus ambivalencias y recorrer los múltiples rostros con los que se dota, para construir nuevos modelos de gobierno e impedir que la historia se repita. Es necesario hurgar en la rica galería o escaparate público y secreto de los saberes periodísticos, publicitarios, propagandísticos y sociológicos para no ser rehenes de la falsedad. 

Ignacio Mendiola y Juan Miguel Goikoetxea en su obra “Sociología de la Mentira” precisan que “sobre la mentira pende una intensa mala reputación que la sitúa como una estrategia de comunicación ocultadora y tergiversadora de lo real -asimilado positivistamente a lo cierto- que nubla la posibilidad del conocimiento acerca de la naturaleza de un acontecimiento, un estado anímico, un sentimiento. Así, desde los anuncios de contactos en los que se reclaman candidatos/as esencialmente sinceros/as, por encima de todo, hasta la sanción punitiva al político mentiroso, más frecuente en los sistemas políticos de raigambre anglosajona, la mentira se identifica como una suerte de infracción…”. 

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