Política económica 2022, de Arturo Herrera y no de Ramírez de la O

 Carlos Ramírez

Aunque tuvo tiempo para reorganizar la estrategia económica para la segunda mitad del sexenio, el nuevo secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, entregará hoy a la Cámara de Diputados el paquete hacendario basado en los Pre-Criterios Generales de Política Económica para 2022 que aprobó el anterior secretario, Arturo Herrera.

Y en este escenario, las advertencias de Herrera sobre los riesgos que enfrentará la política económica también serán los mismos:

–Rebrote de la pandemia, mutación de virus o retrasos en programa de vacunación que implique regresar a confinamiento o dificulten la reactivación productiva.

–Afectaciones no previstas a la capacidad productiva y un retraso en la normalización de la inversión, la reapertura de empresas o del mercado laboral que impidan la reanimación productiva.

–Sobrecalentamiento de la economía estadounidense que lleve a la Reserva Federal a una política monetaria restrictiva.

–Reducciones en el precio internacional del petróleo por tensiones geopolíticas.

Este contexto económico nacional e internacional no parece ser más favorable para el estilo de Ramírez de la O de prever complicaciones en la política económica: el rebrote, el virus Delta y las manipulaciones al programa de vacunación han impedido una reanudación productiva segura y consistente. En este sentido, el marco macroeconómico de Herrera-De la O bajó el PIB anual 2021 de 6.2% previsto a 5.3% más viable, sobre todo por la desaceleración productiva que se percibe para el último cuatrimestre del año; la reactivación productiva se encontró con cadenas productivas destrozadas por la falta de apoyo a la planta productiva y el empleo, una reactivación del mercado laboral sólo en el sector informal y con menores salarios y presiones inflacionarias estadunidenses. Inclusive, la relación crisis geopolítica-precios de petróleo no tendrá efectos automáticos.

El dato más conflictivo seguirá siendo el PIB, ante la ausencia de un nuevo indicador general del comportamiento de la economía: Hacienda prevé PIB de 5.3% en 2021 y 3.6% en 2022, con la expectativa de tasas de 2.5% en 2023 y 2024. En este sentido, el PIB promedio anual sexenal podría ser de 0.7%, contra el 4% prometido al arrancar el gobierno; y la expectativa de asentar la economía en 6% promedio anual de 2023 en adelante se percibe como imposible. Los analistas consultados por Banxico estiman y PIB promedio de 2.2% anual o menos en 2022-2031.

El problema de fondo que tendría que explicar el nuevo secretario de Hacienda –pero que con seguridad no lo hará por su ahora falta de autonomía de análisis económico, antes como consultor de empresas y hoy como responsable de la política económica– se localiza en un nuevo año de negativa del Estado y de la inversión pública de usar su rectoría para dinamizar la actividad económica general con la inversión pública, porque los pocos recursos se destinarán a los programas presidenciales que han carecido de capacidad de multiplicación productiva.

Las otras claves en las limitaciones de la estrategia económica para 2022 están en dos variables: la estructura de los ingresos presupuestales –un bajo 14.5% del PIB– y los candados de gastos etiquetados que impiden recursos para la inversión pública improductiva multiplicadora de la inversión privada. La propuesta posneoliberal de la 4ª-T no ha podido en cuatro años –2019-2022– reestructurar la fórmula política económica/modelo de desarrollo/Estado productivo y sigue arrastrando los lastres del esquema neoliberal.

El pensamiento económico del nuevo secretario de Hacienda no le alcanzará para redefinir estas tres variables, un poco por su origen de consultor empresarial y crítico de los anteriores populismos, otro poco por su falta de autonomía relativa para generar debates sobre una nueva política del desarrollo y también por la desarticulación de las instancias privadas y académicas generadoras de pensamiento económico alternativo.

De ahí que las pistas del paquete económico para 2022 sólo alcancen para percibir una continuidad ortodoxa en la política económica, con el camino de consolidar los objetivos presidenciales y sin posibilidades de construir alguna alternativa posneoliberal.

Con información de Indicador Político

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