Camino al caos

Samuel Aguilar Solís

La violencia e inseguridad recrudecida en este sexenio ha llegado abiertamente a contar con actos claramente de terrorismo en los últimos días, ya que son ataques directos contra ciudadanos indefensos. Hay que decir también que no es la primera vez, otros eventos en pasados gobiernos también fueron catalogados así y las respuestas no se vieron de parte del Estado, al contrario, hemos atestiguado su debilidad frente al crimen. Recordemos que una de las causas por las cuales ganó López Obrador en 2018 fue porque prometió acabar con la inseguridad y violencia que desangraban al país, pero después de casi ya cuatro años no solo no se ha frenado, sino al contrario, se ha incrementado hasta llegar a zonas territoriales que, literalmente, no es posible vivir, de ahí los despoblamientos y desplazados de comunidades enteras en varias regiones de México.

La ‘política pública’ para este tema, de parte de López Obrador, es su ‘estrategia’ de ‘abrazos, no balazos’, que si no fuera porque estamos hablando de casos de vida o muerte diríamos que es una broma, pero no, esa es su postura día a día, lo que sí nos queda claro a los ciudadanos es que después de varios años de violencia e inseguridad, no vemos una respuesta que permita decir que el grave problema se va resolviendo, sino al contrario, tal pareciera que estamos día con día en un camino que conduce al caos social, donde el Estado ha fracasado en una de sus tareas esenciales, que es la de garantizar la seguridad y patrimonio a sus ciudadanos.

El Estado, según la definición de Max Weber, tiene el monopolio de la fuerza y el cobro de los impuestos, pero hoy en nuestro país hay una doble ‘tributación’, ya que el crimen organizado en un sinnúmero de negocios y hasta en parroquias, según se sabe, cobra ‘derecho de piso’ y además controla, con el uso de las armas, vastos territorios, anulando ‘el monopolio de la fuerza’ del Estado y ni siquiera lo comparte, sino al contrario, ellos son la única fuerza armada, quedando los ciudadanos en un estado de indefensión.

México se encuentra en una situación económica muy grave, la ausencia también de una verdadera y eficaz política económica aunada a las diatribas lopezobradorista contra la inversión, una ausencia de certidumbre al pretender modificar las leyes o reglas de inversión; la pandemia de Covid y sus impactos en la economía; las repercusiones de la invasión de Rusia a Ucrania en los precios de los combustibles, los granos y los fertilizantes, materializadas en una alta inflación, sumadas al momento crítico que se vive en el TMEC, por según los quejosos (Canadá y USA), violentar el gobierno de México el tratado, y ahora le sumamos la pésima imagen del país por los actos de violencia e inseguridad, que de manera inmediata, ha hecho que nuestro principal socio comercial y vecino, los Estados Unidos de América, hayan decretado una alerta de viaje a sus ciudadanos este fin de semana para que no visiten 14 estados de nuestro país.

Con una cifra espeluznante que ronda los 130 mil homicidios dolosos en el gobierno de López Obrador, sin contar las desapariciones de personas que, a ciencia cierta, no se sabe si aún viven o están en alguna de las tantas fosas clandestinas que, de manera permanente, los colectivos de búsqueda de víctimas encuentran, pero lo más importante, sin ninguna rectificación en las acciones de gobierno para el combate de la violencia e inseguridad, el debate ahora se centra entre la oposición, una parte de la sociedad civil y López Obrador en si hay una militarización o no del país.

Como en política no hay casualidades, los ataques (por cierto, con un método muy similar) contra negocios, familias y ciudadanos comunes se dan en medio de la decisión de López Obrador de integrar a la Guardia Nacional en el Ejército, lo cual a sus integrantes de entrada se les protege con el fuero militar, y se dice que para crear la narrativa (por la terrible violencia) de la necesidad de mantener al Ejército en las calles para combatir la inseguridad, pero carajo, ¿de qué sirve que haya más cuerpos armados del gobierno y si dependen o no del Ejército si el jefe de ellos les amarra las manos y les da consejos de cómo respetar los derechos humanos de los delincuentes y les prohíbe actuar, como él mismo lo reconoció en el caso del ‘culiacanazo’? A los ciudadanos lo único que nos importa y exigimos es seguridad de parte del Estado. Como dice el refrán chino “no importa de qué color sea el gato con tal de que coma ratones”, es de tal la gravedad el problema que la imagen de un Estado fallido se vislumbra en el horizonte y mientras tanto, el descenso al caos pone ya en entredicho nuestra sola convivencia social y por supuesto, el destino de nuestro país sin encontrar respuestas del gobernante. Decía Francois-René de Chateaubriand, el político y escritor fundador del romanticismo de la literatura francesa que “la ambición para la que no se tiene talento es un crimen” y vaya que en México lo estamos padeciendo.

Con información de El Financiero

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